Esta vez tampoco hubo suerte.
Disculpen la demora las que esperaban noticias, no tuve oportunidad de postear ayer.
La verdad es que ya venía presintiendo el desenlace desde hace una semana atrás.
De hecho empecé prematuramente a procesar el duelo.
El miercoles pasado estuve incontenible. Lloré un poquito en cada rincón de mi casa, en el subte, en la sesión de acupuntura. Me conmoví con toda manifestación patriotica y aproveche cada excusa que me abrió la emoción, para verter un par de lágrimas más.
Como sea, decidí llegar hasta el dia de la beta, con entereza y esperanza.
De modo que ayer al escuchar el resultado, ya no lloré.
Mi subconsciente que es a todas luces un sobreviviente, es sin dudas mas inquieto e inteligente que mi yo racional.
Alojado tal vez debajo del umbral de mi conciencia, hace unos dias que empezó a tenderle puentes a mi mente, y enviarle mensajes codificados para el trazado de un plan "B".
Cosa que el dia de hoy no me encontrara desorientada, y pudiera hallar sin vacilar, la huella de la estrella a seguir.
Siempre hace lo mismo. Es el que me ha tendido cada soga que me mantuvo a flote, y el que me abre todas la puertas antes que yo estire la mano para alcanzar el picaporte.
Planta en algún lugar de mis vísceras una idea, un camino (los próximos pasos clínicos a caminar), una alternativa (la de un hijo venido de cualquier rincón del mundo), un sueño sin horizontes antes de que "yo" lo conciba.
Y se queda allí para asegurarse de que lo mastique y digiera, y me promete un final con beso.
Entonces mi yo racional ya no se siente pedalear en el aire!
Aprendí a depositar mi confianza en él. Ha demostrado ser bueno para
ahuyentarme las sombras y no dejar que caiga en la desesperación.
Claro que tengo que acompasarme a los tiempos de RAT que son distintos. Se desenvuelven de otra manera.
Como un buen vino que vale la pena paladear, necesita estacionarse.
Y como el mismo vino estacionado del que se espera tan grato gusto al paladar, y finalmente cumple. El bouquet madurado de RAT arrasa con las expectativas y siempre, siempre ha estado a la altura de las circunstancias.
Anoche exorcisamos nuestra tristeza buscando información en la red, y descorchando un vinito para acompañar la cena. Hoy nuestro ánimo, como el mar, esta calmo.
Gracias por estar ahí!
Porque yo tenía un placard que parecía no tener fondo. El mismo albergaba un universo de cosas variadas y algunas hasta olvidadas. Grande fue su fama y a mucha gente su capacidad impresionó, que a menudo sobre un objeto o prenda preguntaban: ¿Acaso lo sacaste del fondo de tu placard?
Páginas
▼
jueves, 27 de mayo de 2010
viernes, 21 de mayo de 2010
Retazos de vida cotidiana: Raro rulo
Solamente poniendo su cabeza de costado, izquierdo particularmente, podía ver ese extraño mechón de pelo enrulado. No era un rulo apretado, sino uno suavemente ondeado cuya terminación desafiante de la gravedad, apuntaba levemente al techo.
Trató de verlo desde el otro costado, pero no pudo. Debía girarse demasiado y claro, ella no tiene ojos en la espalda
No desentonaba tanto después de todo. El resto de la cabellera no estaba de momento perfectamente alisada ni prolijamente peinada.
Había pasado la noche restregando su cabeza contra la almohada, molesta por el zumbido de un mosquito extraño para un otoño avanzado.
Ya lo había sentido la noche anterior, pero solo un rato porque después de apagar la TV y enchufar el aparatito/porta tableta mata mosquitos, durmió confiada y placidamente.
Esta vez sintió en plena noche la molestia del insecto al que creía muerto.
Sin duda debía su prolongada existencia a esas noches de invierno demasiado húmedas para la época.
No prendió la luz. Conoce el poco éxito que tiene tratar de darle caza en medio de la noche. No quiso verse nuevamente sentada en la cama, agudizando vista y oídos, girando la cabeza en una y otra dirección. Escucharse la respiración, oír las quejas provenientes de las profundidades del sueño de su marido, y encontrarse con la imagen que le devuelve el espejo, que pende en un ángulo casi enfrentado a la cama.
Una de pelos crenchudos y cara de loca.
Esa noche no. No hizo el menor esfuerzo por trabarse en duelo con el insecto. Se limitó a cachetearse en la oreja, - aquella donde escuchó el último zumbido unas fracciones de segundos previos-, y a dar un par de manotazos al aire. Mientras sus brazos se alzaron en un ademán inconcluso de ventilar las sábanas, deseó que el insecto fuera a posarse sobre la piel del que yace a su lado.
-Que vaya a picarlo a él que viene zafando todos los veranos!
-Que calor que hace! –Se percató
Estaba tapada con doble colcha y tenía la camiseta algo mojada a la altura del pecho a causa de la transpiración nocturna.
El calefactor estaba en piloto desde que se acostaron, pero el ambiente aun estaba calefaccionado, a causa de todas esas horas de la tarde en que permaneció encendido.
No era el único ambiente caldeado de la casa. El radiador de la cocina también había estado calentando gran parte del día.
Hasta poco antes de la cena estuvo oreando la ropa que llevaba lavada más de un día, y que la humedad en aumento no dejaba secar.
-Con razón estaba tan inquieta!
-Esta porquería de cambio climático! Ya ni las enfermedades tropicales se quedan en el trópico!! -Se dijo.
Dudó en levantarse y abrir la banderola de la ventana. Optó en cambio por incorporarse lo suficiente como para sacarse las medias de algodón que suele usar para dormir.
Nunca le falló. Cada vez que está inquieta y no puede dormir porque la humedad la tiene a mal traer durante esas noches raras del invierno porteño, desabrigarse los pies en procura de enfriamiento corporal, le ha valido mejores resultados que restarse una colcha.
Ya de mañana puso a calentar el agua para el mate. Recordó su desvelo nocturno y se preguntó si el maldito la habría picado.
Se miró de frente en el espejo del botiquín del baño y advirtió que tenía un párpado hinchado.
-Ahhh! Pero qué desgrrraciado!
Al instante se encontró mirándose el perfil de reojo.
El mechón ondulaba en un elástico tirabuzón que le caía en un arco abierto por encima del resto de la melena lacia. Una melena larga enmarañada, cuyas puntas terminan redondeadamente y sin esfuerzos a la mitad de la espalda.
Con movimientos impensados se paso los dedos por el mechón que nace en su sien izquierda. Estaba enredado y vaporoso como si hubiera estado expuesto al aire caliente.
La espesa cortina de pelo castaño, dejaba pequeños claros que se veían a través de las tiras de cabello espeso, que apenas se dividian del resto.
No hizo falta concluir que ese efecto lo había provocado la exudación, de esas que se alojan en la base del cráneo durante un sueño agitado.
Por debajo de esa mata, pasó su mano a lo largo de la nuca entrando con los dedos hasta el nacimiento del cabello, y sintió los persistentes vestigios de húmeda tibieza.
-Que días raros! –Pensó
-No se decide el invierno a instalarse propiamente. Dentro de las casas esta frío y destemplado y sin embargo, afuera el abrigo llega a pesar.
-Porque no se decidirá a llover de una p... vez??!!
No había programas para esa mañana, así que en tanto encendía la computadora y volcaba el agua caliente en el termo, se decidió a desayunar tranquila y leer su correo.
Luego se daría un baño.
Trató de verlo desde el otro costado, pero no pudo. Debía girarse demasiado y claro, ella no tiene ojos en la espalda
No desentonaba tanto después de todo. El resto de la cabellera no estaba de momento perfectamente alisada ni prolijamente peinada.
Había pasado la noche restregando su cabeza contra la almohada, molesta por el zumbido de un mosquito extraño para un otoño avanzado.
Ya lo había sentido la noche anterior, pero solo un rato porque después de apagar la TV y enchufar el aparatito/porta tableta mata mosquitos, durmió confiada y placidamente.
Esta vez sintió en plena noche la molestia del insecto al que creía muerto.
Sin duda debía su prolongada existencia a esas noches de invierno demasiado húmedas para la época.
No prendió la luz. Conoce el poco éxito que tiene tratar de darle caza en medio de la noche. No quiso verse nuevamente sentada en la cama, agudizando vista y oídos, girando la cabeza en una y otra dirección. Escucharse la respiración, oír las quejas provenientes de las profundidades del sueño de su marido, y encontrarse con la imagen que le devuelve el espejo, que pende en un ángulo casi enfrentado a la cama.
Una de pelos crenchudos y cara de loca.
Esa noche no. No hizo el menor esfuerzo por trabarse en duelo con el insecto. Se limitó a cachetearse en la oreja, - aquella donde escuchó el último zumbido unas fracciones de segundos previos-, y a dar un par de manotazos al aire. Mientras sus brazos se alzaron en un ademán inconcluso de ventilar las sábanas, deseó que el insecto fuera a posarse sobre la piel del que yace a su lado.
-Que vaya a picarlo a él que viene zafando todos los veranos!
-Que calor que hace! –Se percató
Estaba tapada con doble colcha y tenía la camiseta algo mojada a la altura del pecho a causa de la transpiración nocturna.
El calefactor estaba en piloto desde que se acostaron, pero el ambiente aun estaba calefaccionado, a causa de todas esas horas de la tarde en que permaneció encendido.
No era el único ambiente caldeado de la casa. El radiador de la cocina también había estado calentando gran parte del día.
Hasta poco antes de la cena estuvo oreando la ropa que llevaba lavada más de un día, y que la humedad en aumento no dejaba secar.
-Con razón estaba tan inquieta!
-Esta porquería de cambio climático! Ya ni las enfermedades tropicales se quedan en el trópico!! -Se dijo.
Dudó en levantarse y abrir la banderola de la ventana. Optó en cambio por incorporarse lo suficiente como para sacarse las medias de algodón que suele usar para dormir.
Nunca le falló. Cada vez que está inquieta y no puede dormir porque la humedad la tiene a mal traer durante esas noches raras del invierno porteño, desabrigarse los pies en procura de enfriamiento corporal, le ha valido mejores resultados que restarse una colcha.
Ya de mañana puso a calentar el agua para el mate. Recordó su desvelo nocturno y se preguntó si el maldito la habría picado.
Se miró de frente en el espejo del botiquín del baño y advirtió que tenía un párpado hinchado.
-Ahhh! Pero qué desgrrraciado!
Al instante se encontró mirándose el perfil de reojo.
El mechón ondulaba en un elástico tirabuzón que le caía en un arco abierto por encima del resto de la melena lacia. Una melena larga enmarañada, cuyas puntas terminan redondeadamente y sin esfuerzos a la mitad de la espalda.
Con movimientos impensados se paso los dedos por el mechón que nace en su sien izquierda. Estaba enredado y vaporoso como si hubiera estado expuesto al aire caliente.
La espesa cortina de pelo castaño, dejaba pequeños claros que se veían a través de las tiras de cabello espeso, que apenas se dividian del resto.
No hizo falta concluir que ese efecto lo había provocado la exudación, de esas que se alojan en la base del cráneo durante un sueño agitado.
Por debajo de esa mata, pasó su mano a lo largo de la nuca entrando con los dedos hasta el nacimiento del cabello, y sintió los persistentes vestigios de húmeda tibieza.
-Que días raros! –Pensó
-No se decide el invierno a instalarse propiamente. Dentro de las casas esta frío y destemplado y sin embargo, afuera el abrigo llega a pesar.
-Porque no se decidirá a llover de una p... vez??!!
No había programas para esa mañana, así que en tanto encendía la computadora y volcaba el agua caliente en el termo, se decidió a desayunar tranquila y leer su correo.
Luego se daría un baño.
viernes, 14 de mayo de 2010
Adivina quienes vienen a cenar.
Desde el lunes, 4 vienen conmigo.
Claro que para recibirlos, -por exigencia del procedimiento, aclaro para los que no lo saben (no piensen que a una le gusta torturarse)-, tuve que empezar la mañana bebiendo agua como si fuera una beduina sedienta recién salida del desierto.
Esto no hubiera sido un problema de no ser porque a mitad de mañana, me dieron aviso que el laboratorio, -hogar provisorio de mis cuatro embrioncitos-, venía “demorado”.
Así que en tanto debía esperar a que el biólogo hiciera su aparición, mi vejiga empezó a clamar dolorosamente por alivio.
Fue un verdadero tormento tratar de calmarla largando míseros chorritos, mientras una enfermera apostada detrás de la puerta del baño, me conminaba a hacer oídos sordos al llamado de la naturaleza.
Cinco veces repetí ese ritual. Las últimas dos, estando ya dentro del quirófano!
Enfermeras, residentes, pacientes y acompañantes varios, vieron atravesar el pasillo que corre del quirófano a la habitación, a una figura en bata y gorro verde, de andar encorvado, y arrastrando a modo de capa un cubrecama blanco de hospital.
Resultado tras 1/2 hora de procedimiento: embriones instalados + desalojo total de líquido = final feliz.
Después: seguir las indicaciones. Reposo, tranquilidad, espera a que el destino nos levante el pulgar,...y acupuntura.
Dos días postransferencia fui a recibir mi dosis de medicina tradicional china, esperando también dar con alguna pista que traída de otro punto cardinal, brinde tranquilidad a mi ansiedad.
Me acosté en la camilla y el ambiente estaba agradablemente tibio.
YuSheng dio inicio a las prácticas habituales. Me midió el pulso, miró mi lengua y luego se detuvo a observarme las piernas extendidas. Chitt! Detengan ahí su pensamiento!
Eso hace siempre, y hace rato que supe que no me “mira” las piernas, sino que hace un trazado previo y cuidadoso de donde colocar las agujitas.
Como si mirara un flujo energético invisible a los demás. Y ahí donde algunos solo vemos piernas flacas, pecas y el incipiente fin de un suave acabado a la cera negra. El fuera capaz de leer en mis pantorrillas, como si se tratara de esos letreros luminosos y alargados que pasan noticias de letras rojas en los colectivos!
En eso estaba cuando le vi aparecer una sonrisa gigante que agrietó su cara regordeta.
Se giró y lejos de pretender disimulo, me miró a la cara con sus ojos tajeados y airecito intrigante. Como si algo supiera!
Acaso fue alcanzado durante un par de segundos, por el goce atávicamente humano de saberse poseedor exclusivo de un conocimiento esencial a otro?
Yo quise creer que sí!
Así que me quedé en mi lado de ese vínculo humano y nada le pregunté.
Ninguno rompió el hechizo, ni destensó la cuerda que tironean quien se muere por ser preguntado, y quien muere por preguntar!
Además, supiera algo o no, me hubiera respondido lo mismo que me dijo en tanto colocaba una agujita en mi cuero cabelludo:
-No pienses!
PD: Para los que les interese y no lo hayan visto. En la revista Viva del domingo 9 último salió un artículo muy interesante sobre tratamiento de fertilidad y terapias alternativas, llamado “De oriente con amor”. Este link es de Halitus, pero allí se hace referencia al artículo.
Claro que para recibirlos, -por exigencia del procedimiento, aclaro para los que no lo saben (no piensen que a una le gusta torturarse)-, tuve que empezar la mañana bebiendo agua como si fuera una beduina sedienta recién salida del desierto.
Esto no hubiera sido un problema de no ser porque a mitad de mañana, me dieron aviso que el laboratorio, -hogar provisorio de mis cuatro embrioncitos-, venía “demorado”.
Así que en tanto debía esperar a que el biólogo hiciera su aparición, mi vejiga empezó a clamar dolorosamente por alivio.
Fue un verdadero tormento tratar de calmarla largando míseros chorritos, mientras una enfermera apostada detrás de la puerta del baño, me conminaba a hacer oídos sordos al llamado de la naturaleza.
Cinco veces repetí ese ritual. Las últimas dos, estando ya dentro del quirófano!
Enfermeras, residentes, pacientes y acompañantes varios, vieron atravesar el pasillo que corre del quirófano a la habitación, a una figura en bata y gorro verde, de andar encorvado, y arrastrando a modo de capa un cubrecama blanco de hospital.
Resultado tras 1/2 hora de procedimiento: embriones instalados + desalojo total de líquido = final feliz.
Después: seguir las indicaciones. Reposo, tranquilidad, espera a que el destino nos levante el pulgar,...y acupuntura.
Dos días postransferencia fui a recibir mi dosis de medicina tradicional china, esperando también dar con alguna pista que traída de otro punto cardinal, brinde tranquilidad a mi ansiedad.
Me acosté en la camilla y el ambiente estaba agradablemente tibio.
YuSheng dio inicio a las prácticas habituales. Me midió el pulso, miró mi lengua y luego se detuvo a observarme las piernas extendidas. Chitt! Detengan ahí su pensamiento!
Eso hace siempre, y hace rato que supe que no me “mira” las piernas, sino que hace un trazado previo y cuidadoso de donde colocar las agujitas.
Como si mirara un flujo energético invisible a los demás. Y ahí donde algunos solo vemos piernas flacas, pecas y el incipiente fin de un suave acabado a la cera negra. El fuera capaz de leer en mis pantorrillas, como si se tratara de esos letreros luminosos y alargados que pasan noticias de letras rojas en los colectivos!
En eso estaba cuando le vi aparecer una sonrisa gigante que agrietó su cara regordeta.
Se giró y lejos de pretender disimulo, me miró a la cara con sus ojos tajeados y airecito intrigante. Como si algo supiera!
Acaso fue alcanzado durante un par de segundos, por el goce atávicamente humano de saberse poseedor exclusivo de un conocimiento esencial a otro?
Yo quise creer que sí!
Así que me quedé en mi lado de ese vínculo humano y nada le pregunté.
Ninguno rompió el hechizo, ni destensó la cuerda que tironean quien se muere por ser preguntado, y quien muere por preguntar!
Además, supiera algo o no, me hubiera respondido lo mismo que me dijo en tanto colocaba una agujita en mi cuero cabelludo:
-No pienses!
PD: Para los que les interese y no lo hayan visto. En la revista Viva del domingo 9 último salió un artículo muy interesante sobre tratamiento de fertilidad y terapias alternativas, llamado “De oriente con amor”. Este link es de Halitus, pero allí se hace referencia al artículo.
viernes, 7 de mayo de 2010
Hay alguien ahí?
Ya despierta de la anestesia, aunque algo adormecida todavía. Mientras permanecía acostada en la habitación tapada con las frazadas hasta el cuello, cerré los ojos y me quedé muy quieta para ahuyentar de un manotazo imaginario, la tentativa de nausea que se asomó en mi estomago.
Pasó! Y pensado como estaba a oscuras, -porque seguía con los ojos cerrados-, tuve la sensación fugaz de que mi pensamiento no estaba solo.
Algo así como la conciencia acompañada. Por una noción que me inspiró a femenina.
Tanto así, que aún siendo que no suelo rezar, me arrebató un rezo espontáneo. Y no cualquier rezo, sino el dirigido a la Santa Madre.
No tuve que elegir, ni deliberar. Simplemente se impuso!
La sensación era tan indudablemente femenina con “a” que no pude menos que dedicarle una colección de mis pensamientos más selectos del corazón, a mi propia madre.
También hubo pensamientos dedicados, -aunque ya con mas conciencia y ojos abiertos-, a aquellas que fueron madres antes, mis abuelas, y que vienen ligadas a mí, por vínculo troncal. Grueso como mis dos brazos!
Y es que está claro que el espíritu, -aún en ayunas, mimoso y a sabiendas que no han de mezquinar tibiezas-, no ha querido ahorrarse el envío de tan sentidas dedicatorias, a los dueños de mis afectos. Los que según jura mi sangre, tienen tan buenos ojos para verme!
-Entro una médica para preguntar a mi compañera de sala y a mí, si ya nos habían dado las instrucciones para la medicación.
-Giré la cabeza y conteste.
Sacada de mi cuasi trance, quise volver a mi momento interior. En el que me habia sentido tan a gusto.
-Que hago, vuelvo a rezar?
-Uno, dos, o más?
-La misma oración o rezo otra también? Como funcionan estas cosas...?
(Perdón por mi herejía!! Por favor que no quiero ofender a nadie!)
Lo intenté, pero el momento ya había pasado de mí.
Quien dice,...tal vez se había ido a otra habitación!
Pasó! Y pensado como estaba a oscuras, -porque seguía con los ojos cerrados-, tuve la sensación fugaz de que mi pensamiento no estaba solo.
Algo así como la conciencia acompañada. Por una noción que me inspiró a femenina.
Tanto así, que aún siendo que no suelo rezar, me arrebató un rezo espontáneo. Y no cualquier rezo, sino el dirigido a la Santa Madre.
No tuve que elegir, ni deliberar. Simplemente se impuso!
La sensación era tan indudablemente femenina con “a” que no pude menos que dedicarle una colección de mis pensamientos más selectos del corazón, a mi propia madre.
También hubo pensamientos dedicados, -aunque ya con mas conciencia y ojos abiertos-, a aquellas que fueron madres antes, mis abuelas, y que vienen ligadas a mí, por vínculo troncal. Grueso como mis dos brazos!
Y es que está claro que el espíritu, -aún en ayunas, mimoso y a sabiendas que no han de mezquinar tibiezas-, no ha querido ahorrarse el envío de tan sentidas dedicatorias, a los dueños de mis afectos. Los que según jura mi sangre, tienen tan buenos ojos para verme!
-Entro una médica para preguntar a mi compañera de sala y a mí, si ya nos habían dado las instrucciones para la medicación.
-Giré la cabeza y conteste.
Sacada de mi cuasi trance, quise volver a mi momento interior. En el que me habia sentido tan a gusto.
-Que hago, vuelvo a rezar?
-Uno, dos, o más?
-La misma oración o rezo otra también? Como funcionan estas cosas...?
(Perdón por mi herejía!! Por favor que no quiero ofender a nadie!)
Lo intenté, pero el momento ya había pasado de mí.
Quien dice,...tal vez se había ido a otra habitación!