Se escuchan más radios en lo de Gustavo: http://callejamoran.blogspot.com/
NOCHES DE RADIO
Como cada noche los amantes se dan a la charla animada.
Ríen al abrigo de la tenue luz de la pequeña lámpara que se esconde entre libros, mientras sus cuerpos arrojan sombras chinescas en la pared.
Hacen largas pausas para fumar, largando grandes bocanadas de humo con placer histriónico.
Atrás la cabeza, Ella se mece quedamente, en tanto las puntas curvas de su larga cabellera le acarician la espalda.
Se recuesta un poco más sobre la cama, y recoge sus piernas que quedan cruzadas bajo su trasero.
La piel aun tibia destila los resabios de un baño caliente, y es el pesado toallón, -que yace olvidado sobre un rincón del piso alfombrado-, el que se queda con todo rastro de humedad.
Sin decir palabra El comienza a puntear unas notas en las cuerdas de su guitarra, acompañando los acordes de jazz que en la radio suena.
Su pie descalzo tamborilea sobre el piso al ritmo cadencioso de la melodía, pero es el golpeteo apenas un eco cavernoso, que se ahoga en la alfombra mullida.
Detrás de la bruma ceniza que arrojan los cigarrillos, se distingue el brillo ausente de dos ojos en sus cuencos, cuya mirada de un azul cerúleo parece atravesar impetuosa las nubes de la mente. Pretende hurgar en la genialidad y encontrarse de frente con los sonidos.
Las notas melancólicas de Sara Vaughan y Billie Holiday, pulsan en la desnudez sin pruritos de sus carnes jóvenes, y se regocijan los amantes con las estridencias de platillos de Kenny Burrell y Chet Baker.
Se inunda la diminuta habitación con las melodías eternas de Miles Davies y Duke Ellington.
En la radio, la voz de Bobby Flores les habla del oficio imperecedero de soñar. Dice: “es mas fácil vaticinar sueños a partir de la realidad, que predecir realidad a partir de los sueños”....
Ellos sueñan, y desde su rincón tibio débilmente iluminado, beben los sueños de la ciudad que afuera late.
En sus calles iluminadas, los pasos que retumban en callejones empedrados, las voces que se lleva la brisa fría.
La noche testaruda, empecinada se dice joven todavía. Baja la luna para mirarse y de ella se ríe. Más, desdeña el descanso y ondulándose al son de un tango nostalgioso, se resiste a las artes de Morfeo, y desafiante, lo espanta entre bostezos.
El video corresponde al tema SEEN SIN de Willy Crook y los Funky Torinos
Porque yo tenía un placard que parecía no tener fondo. El mismo albergaba un universo de cosas variadas y algunas hasta olvidadas. Grande fue su fama y a mucha gente su capacidad impresionó, que a menudo sobre un objeto o prenda preguntaban: ¿Acaso lo sacaste del fondo de tu placard?
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jueves, 28 de abril de 2011
jueves, 21 de abril de 2011
De ropas y modas
¡La ropa está carísima!
¡Que difícil se hace vestirse hoy en día, y no solo a causa de los precios que están por las nubes!
Hace unos días acompañé a RAT a comprarse unos pantalones. Por suerte para él, -a pesar de haberse ganado algunos kilos de más desde que dejó de fumar hace un año, y de que ya se le volaron unas cuantas chapas de la cabeza-, no ha perdido toda su galanura.
Podemos decir que la moda no lo ha desterrado fuera de sus fronteras como lo ha hecho con otros, y que todavía lo trata con decorosa amabilidad.
-Piufff! Todavía sale airosa la imagen que le devuelve el espejo en la prueba de un jean oscuro, y puede lucir con cierto aplomo una camisa con costuras un poco entalladas.
Reparé con empatía en los demás hombres que salían de los probadores contiguos para observarse en el gran espejo, y pedir opinión a sus acompañantes.
Desfilaban por la alfombra treintones y cuarentones mientras se miraban de atrás y adelante. Levantaban pecho y entraban panza.
-Mmm! Hay géneros que no favorecen!
Alguno daba unos pasos enfundado en un moderno pantalón medio chupín, pero el convencimiento no llegaba!
¡Cómo desviar la atención cuando el desequilibrio manifiesto en el flanco la pide a gritos! Y es que el culo parece desbordarse sobre piernas tan angostas!
-Ayy! Crueldad descarnada!
Si no se está entre las filas de jóvenes y adonis, -aquellos tocados por la varita generosa de la naturaleza para quienes no habrá cavilación en los espejos-, son tiranos los designios de la moda y los requerimientos de la imagen con fuerte acento citadino.
¡Y cómo se ensaña con los hombres en la mediana edad y en la media clase!
Recuerdo un pasaje del libro de Stendhal, “La cartuja de Parma”, sobre un oficial francés que pasaba grandes apuros por causa de su vestimenta y despertaba en las mujeres de la casa, una emoción nacida en la ternura, y contaba:...”que el Ejercito de Napoleón entró en Milán en 1796. Este ejercito que era admirado por los nobles de Europa y exaltado por su valor y representación, sin embargo era pobre. Carecían de zapatos, pantalones, casacas y sombreros.
Los oficiales fueron alojados en casas ricas puesto que había que reponerse.
Un Teniente Robert se alojaba en el Palacio de la Marquesa del Dongo. Tenía por todo capital un escudo de seis francos. En Lodi le había quitado a un oficial austríaco muerto de un balazo, un pantalón de nanquín, nuevo y hecho a medida.
Sus charreteras de oficial eran de lana y su casaca dejaba ver el revés por los rasguños del tejido. Su atavío personal ofrecía un detalle más triste aún: las suelas de su calzado eran pedazos de sombrero recortados en pleno campo de batalla. Aquellas suelas improvisadas iban sujetas a los zapatos con bramantes demasiados visibles, de modo que cuando el mayordomo se presentó en la habitación del Teniente Robert para invitarle a comer con la Sra. Marquesa, el apuro del oficial no tuvo límites.
Su asistente y él pasaron las dos horas que faltaban para la comida recosiendo un poco la casaca y tiñendo de negro, con tinta, los malditos bramantes de los zapatos...”
Con mucho menos dramatismo, y en un sentido más propio de nuestros días proclamo: ¡Pobre el hombre que pierde sus galas por cuestiones de la naturaleza y de la economía!
¡Que ambas hacen una unión formada en el infierno!
Da verdadera ternura ver a los hombres cuando toman conciencia que la relación entre la pretensión estética y la naturaleza de sus cuerpos a la postre se trunca, o se da a medias, reticente.
Ello más que con las mujeres. ¿Acaso porque estemos mejor armadas en esto de la galanura y la impostura del vestido?
¡Que difícil se hace vestirse hoy en día, y no solo a causa de los precios que están por las nubes!
Hace unos días acompañé a RAT a comprarse unos pantalones. Por suerte para él, -a pesar de haberse ganado algunos kilos de más desde que dejó de fumar hace un año, y de que ya se le volaron unas cuantas chapas de la cabeza-, no ha perdido toda su galanura.
Podemos decir que la moda no lo ha desterrado fuera de sus fronteras como lo ha hecho con otros, y que todavía lo trata con decorosa amabilidad.
-Piufff! Todavía sale airosa la imagen que le devuelve el espejo en la prueba de un jean oscuro, y puede lucir con cierto aplomo una camisa con costuras un poco entalladas.
Reparé con empatía en los demás hombres que salían de los probadores contiguos para observarse en el gran espejo, y pedir opinión a sus acompañantes.
Desfilaban por la alfombra treintones y cuarentones mientras se miraban de atrás y adelante. Levantaban pecho y entraban panza.
-Mmm! Hay géneros que no favorecen!
Alguno daba unos pasos enfundado en un moderno pantalón medio chupín, pero el convencimiento no llegaba!
¡Cómo desviar la atención cuando el desequilibrio manifiesto en el flanco la pide a gritos! Y es que el culo parece desbordarse sobre piernas tan angostas!
-Ayy! Crueldad descarnada!
Si no se está entre las filas de jóvenes y adonis, -aquellos tocados por la varita generosa de la naturaleza para quienes no habrá cavilación en los espejos-, son tiranos los designios de la moda y los requerimientos de la imagen con fuerte acento citadino.
¡Y cómo se ensaña con los hombres en la mediana edad y en la media clase!
Recuerdo un pasaje del libro de Stendhal, “La cartuja de Parma”, sobre un oficial francés que pasaba grandes apuros por causa de su vestimenta y despertaba en las mujeres de la casa, una emoción nacida en la ternura, y contaba:...”que el Ejercito de Napoleón entró en Milán en 1796. Este ejercito que era admirado por los nobles de Europa y exaltado por su valor y representación, sin embargo era pobre. Carecían de zapatos, pantalones, casacas y sombreros.
Los oficiales fueron alojados en casas ricas puesto que había que reponerse.
Un Teniente Robert se alojaba en el Palacio de la Marquesa del Dongo. Tenía por todo capital un escudo de seis francos. En Lodi le había quitado a un oficial austríaco muerto de un balazo, un pantalón de nanquín, nuevo y hecho a medida.
Sus charreteras de oficial eran de lana y su casaca dejaba ver el revés por los rasguños del tejido. Su atavío personal ofrecía un detalle más triste aún: las suelas de su calzado eran pedazos de sombrero recortados en pleno campo de batalla. Aquellas suelas improvisadas iban sujetas a los zapatos con bramantes demasiados visibles, de modo que cuando el mayordomo se presentó en la habitación del Teniente Robert para invitarle a comer con la Sra. Marquesa, el apuro del oficial no tuvo límites.
Su asistente y él pasaron las dos horas que faltaban para la comida recosiendo un poco la casaca y tiñendo de negro, con tinta, los malditos bramantes de los zapatos...”
Con mucho menos dramatismo, y en un sentido más propio de nuestros días proclamo: ¡Pobre el hombre que pierde sus galas por cuestiones de la naturaleza y de la economía!
¡Que ambas hacen una unión formada en el infierno!
Da verdadera ternura ver a los hombres cuando toman conciencia que la relación entre la pretensión estética y la naturaleza de sus cuerpos a la postre se trunca, o se da a medias, reticente.
Ello más que con las mujeres. ¿Acaso porque estemos mejor armadas en esto de la galanura y la impostura del vestido?
jueves, 14 de abril de 2011
Relato de Jueves Literario: Un Relato Historico
Más relatos que cuentan su historia en lo de Gustavo: http://callejamoran.blogspot.com/
UNA VISITA AL PAIS RANQUEL
Corre el mes de marzo del año del Señor de 1833. Una gigantesca columna de hombres de a pie algunos, y montados a caballos otros, todos armados hasta los dientes, marchan a campo traviesa arrastrando pertrechos, en dirección a las entrañas mismas del país Ranquelino.
En los primeros días del año, la Junta del Gobierno Nacional, haciéndose eco de la proclama de las aterradas poblaciones de las regiones del centro y norte de las provincias de San Luis y Córdoba, comisionó al Gral. Juan Facundo Quiroga, llevar adelante las acciones propias de guerra contra la indiada que habita al sur de la frontera que constituye el Fuerte San Lorenzo del Chañar.
El asunto todo no tiene novedad! Las incursiones arrasantes de los malones a las poblaciones cristianas, las escaramuzas, revueltas y persecuciones se han dado desde larga data. Por casi dos siglos el Fuerte de este paraje “de las pulgas” ha sido un vigía del desierto.
Apostado al margen del río Popopis, rebautizado Quinto, -de gran caudal de aguas-, ha permitido el asentamiento de destacamentos militares con cierta regularidad, y ha sido su misión, gendarme de las poblaciones, plantío y ganado.
El Ejercito del Centro comandado por el Gral. Ruiz Huidobro aúna enormes fuerzas para la contienda. El Regimiento Auxiliares de los Andes desde Buenos Aires, Regimiento de Dragones Confederados de Córdoba, Escuadrón Dragones de la Unión de San Luis, Batallón de Defensores de Mendoza se aprestan al convite, trayendo esta yunta, tranquilidad a los castigados ánimos de los vecinos en las poblaciones.
Se comenta, era grande el pavor que cundía entre la gente, pues eran muchos los rumores que circulaban acerca el rompimiento de las negociaciones de paz, que durante décadas había ocupado a más de una milicada, que entraba y salía como “por su casa” en los pagos de Poitahué, Trenel y hasta en la misma Leuvucó, principal asiento del Gran Cacique de los Rankül-che.
Los antecedentes se contaban por muchos y nefastos, por nombrar nomás a las malogradas incursiones de Anzorena y la de los hermanos Lucero, y el enfrentamiento sangriento en la posta de El Morro.
Y ni que hablar de las compañías de rufianes de alta monta que se había agenciado este “pueblo de las cañas”. Desertores de los ejércitos federales, bravucones crueles por fama, y de ferocidad mayor que los propios lanceros de Yanquetruz, cuya sola mención hacía estremecer de temor a las vecindades.
El muchacho es uno de los 115 fusileros a las órdenes del Capitán Prudencio Torres. Lleva una traza de pobre diablo al igual que tantos. Arrimados al fogón los hombres no tienen jerarquía, y se reconfortan tomando unos mates con azúcar quemada, cuyo trago dulce es bálsamo para paladares agradecidos.
Sabe él que los hombres desconfían de los amaneramientos extranjeros de Ruiz Huidobro, así como de las paqueterías de Quiroga.
Escuchó decir que el hombre se transporta en galera tapizada, y desde ya eso no condice en nada con estas tierras del Huinca Renancó.
Mira el campo que tiene delante. Franjas de suaves médanos se extienden a lo lejos, moteadas con espejos de agua dulce. Tierras blandas que proveen buenos pastos para la caballada aborígen, son el colchón improvisado para las piezas de artillería.
Es sabido que la pampa provee riquezas, y que los nativos cazan boliando a los ñandúes, y tienen harto liebres y mulitas para cazar a discreción.
Allá y acá hay diseminadas sombras de algarrobos y caldenes, pero más que nada es la muda intemperie lo que les aguarda.
De maleza rebelde y feroz como sus habitantes, crenchudos y piojosos, saben templar la espera.
-Cuentan las crónicas históricas que se enfrentaron ambos bandos a orillas de la laguna “Las Acollaradas”-
En tierras de incómodos guadales se miden por un lado el Ejército del Centro, y por el lado de la indiada los caciques Pichín, Caragüe, el Gran Painé, Eglanz, Calquín y Yanquetruz al mando de mil lanceros. Guerreros feroces, elegidos por su valor.
La crema innata del reino ranquelino estaba allí!
De tal encuentro sangriento luchado con esmero y bravura, quedaron como saldo 160 cadaveres y heridos entre los adalides ranqueles, entre ellos los tres hijos de Yanquetruz, y 51 muertos y heridos entre los cristianos.
Grande fue la algarabía de los soldados que creyeron despejado el horizonte, y mayor fue aún la decepción de los pobladores, cuando siguieron viendo las siluetas porfiadas de los capitanejos ranqueles en asedios posteriores....
PD: En 1856 se refundó el Fortín, como Fuerte Constitucional, último bastión de las poblaciones, desde donde salieron las tropas para la llamada "conquista del desierto" (1879/80). La población allí asentada pasó a llamarse con el tiempo Villa Mercedes, ciudad en la cual nací.
PD: El de la foto es el cacique Mariano Rosas (Panghitruz Güor) hijo del Gran Cacique Painé. Fue apresado por Rosas en 1834, y bautizado con ese nombre. En 1856 al fallecer su padre heredó el gobierno de los ranqueles y residió en Leubucó. Murió en 1877.
UNA VISITA AL PAIS RANQUEL
Corre el mes de marzo del año del Señor de 1833. Una gigantesca columna de hombres de a pie algunos, y montados a caballos otros, todos armados hasta los dientes, marchan a campo traviesa arrastrando pertrechos, en dirección a las entrañas mismas del país Ranquelino.
En los primeros días del año, la Junta del Gobierno Nacional, haciéndose eco de la proclama de las aterradas poblaciones de las regiones del centro y norte de las provincias de San Luis y Córdoba, comisionó al Gral. Juan Facundo Quiroga, llevar adelante las acciones propias de guerra contra la indiada que habita al sur de la frontera que constituye el Fuerte San Lorenzo del Chañar.
El asunto todo no tiene novedad! Las incursiones arrasantes de los malones a las poblaciones cristianas, las escaramuzas, revueltas y persecuciones se han dado desde larga data. Por casi dos siglos el Fuerte de este paraje “de las pulgas” ha sido un vigía del desierto.
Apostado al margen del río Popopis, rebautizado Quinto, -de gran caudal de aguas-, ha permitido el asentamiento de destacamentos militares con cierta regularidad, y ha sido su misión, gendarme de las poblaciones, plantío y ganado.
El Ejercito del Centro comandado por el Gral. Ruiz Huidobro aúna enormes fuerzas para la contienda. El Regimiento Auxiliares de los Andes desde Buenos Aires, Regimiento de Dragones Confederados de Córdoba, Escuadrón Dragones de la Unión de San Luis, Batallón de Defensores de Mendoza se aprestan al convite, trayendo esta yunta, tranquilidad a los castigados ánimos de los vecinos en las poblaciones.
Se comenta, era grande el pavor que cundía entre la gente, pues eran muchos los rumores que circulaban acerca el rompimiento de las negociaciones de paz, que durante décadas había ocupado a más de una milicada, que entraba y salía como “por su casa” en los pagos de Poitahué, Trenel y hasta en la misma Leuvucó, principal asiento del Gran Cacique de los Rankül-che.
Los antecedentes se contaban por muchos y nefastos, por nombrar nomás a las malogradas incursiones de Anzorena y la de los hermanos Lucero, y el enfrentamiento sangriento en la posta de El Morro.
Y ni que hablar de las compañías de rufianes de alta monta que se había agenciado este “pueblo de las cañas”. Desertores de los ejércitos federales, bravucones crueles por fama, y de ferocidad mayor que los propios lanceros de Yanquetruz, cuya sola mención hacía estremecer de temor a las vecindades.
El muchacho es uno de los 115 fusileros a las órdenes del Capitán Prudencio Torres. Lleva una traza de pobre diablo al igual que tantos. Arrimados al fogón los hombres no tienen jerarquía, y se reconfortan tomando unos mates con azúcar quemada, cuyo trago dulce es bálsamo para paladares agradecidos.
Sabe él que los hombres desconfían de los amaneramientos extranjeros de Ruiz Huidobro, así como de las paqueterías de Quiroga.
Escuchó decir que el hombre se transporta en galera tapizada, y desde ya eso no condice en nada con estas tierras del Huinca Renancó.
Mira el campo que tiene delante. Franjas de suaves médanos se extienden a lo lejos, moteadas con espejos de agua dulce. Tierras blandas que proveen buenos pastos para la caballada aborígen, son el colchón improvisado para las piezas de artillería.
Es sabido que la pampa provee riquezas, y que los nativos cazan boliando a los ñandúes, y tienen harto liebres y mulitas para cazar a discreción.
Allá y acá hay diseminadas sombras de algarrobos y caldenes, pero más que nada es la muda intemperie lo que les aguarda.
De maleza rebelde y feroz como sus habitantes, crenchudos y piojosos, saben templar la espera.
-Cuentan las crónicas históricas que se enfrentaron ambos bandos a orillas de la laguna “Las Acollaradas”-
En tierras de incómodos guadales se miden por un lado el Ejército del Centro, y por el lado de la indiada los caciques Pichín, Caragüe, el Gran Painé, Eglanz, Calquín y Yanquetruz al mando de mil lanceros. Guerreros feroces, elegidos por su valor.
La crema innata del reino ranquelino estaba allí!
De tal encuentro sangriento luchado con esmero y bravura, quedaron como saldo 160 cadaveres y heridos entre los adalides ranqueles, entre ellos los tres hijos de Yanquetruz, y 51 muertos y heridos entre los cristianos.
Grande fue la algarabía de los soldados que creyeron despejado el horizonte, y mayor fue aún la decepción de los pobladores, cuando siguieron viendo las siluetas porfiadas de los capitanejos ranqueles en asedios posteriores....
PD: En 1856 se refundó el Fortín, como Fuerte Constitucional, último bastión de las poblaciones, desde donde salieron las tropas para la llamada "conquista del desierto" (1879/80). La población allí asentada pasó a llamarse con el tiempo Villa Mercedes, ciudad en la cual nací.
PD: El de la foto es el cacique Mariano Rosas (Panghitruz Güor) hijo del Gran Cacique Painé. Fue apresado por Rosas en 1834, y bautizado con ese nombre. En 1856 al fallecer su padre heredó el gobierno de los ranqueles y residió en Leubucó. Murió en 1877.
jueves, 7 de abril de 2011
Relato de Jueves Literario: La Cara.
Esta semana los jueveros fuimos convocados para un nuevo desafio. Un relato a 4 manos. En parejas.
El azar me emparejó con Solitude, el placer hizo el resto.
Arqueóloga accidental como ella se define, Solitude a diario escudriña la historia, y en este relato se mete en la piel de Irene, que adivino es en parte su propio reflejo.
Ha sido para mi un honor acompañar con una pincelada del pasado para el ensamble gustoso, un drama humano, como cualquiera, en todo ambiente y en todo momento. Gracias Solitude!
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UNA MONEDA DE DOS CARAS
Una villa romana perdida en alguna parte, cuyas coordenadas nunca figuraron en los mapas, yace desubicada, para el mundo, son las ruinas de aquello que un día fue, la grandeza de otros tiempos; celosas guardianas de un secreto.
Aquella primavera Irene aprendió algo que siempre supo, en teoría; las apariencias engañan. No es bueno juzgar, la información que nos llega de forma fácil, a simple vista, hay que actuar con ella, como se actúa con la tierra que se extrae de la Unidad Estratigráfica, en cualquier yacimiento arqueológico; pasarla por la criba, y aislar minuciosamente la certeza, de cualquier otro pensamiento que la pueda contaminar. Porque, de lo contrario, nuestra hipótesis siempre será errónea, podríamos equivocarnos.
Los resultados de varias campañas de trabajo estaban aportando sus frutos; Un viejo Legionario, Marcus Fulvius, al servicio de Roma, logró en el año 62 instalarse en Hispanía, sin duda alguna, fue un hombre influyente; supo ganarse los favores del último emperador de la dinastía Julio-Claudia, Nero Claudius Cæsar Augustus Germanicus, “Nerón”. Una moneda con su efigie había servido de amuleto a Irene, durante años. Era solo una mala falsificación, de plata. Ahora tenía la oportunidad de reencontrarse, no con una, sino con varias, y todas ellas autenticas.
El viejo legionario había acondicionado un espacio, en el que aun podían encontrarse restos de las lujosas teselas; minerales preciosos, portados de Oriente, de Egipto, todos ellos dignos, para la ocasión; un pequeño santuario, en honor al emperador, en el que posteriormente, después de su muerte, el mismo lo habría divinizado… Sí, a ese Nerón, que todos nosotros conocemos porque una parte de la Historia, “Damnatio memoriae”, (cuando los emperadores caían en desgracia) se ha encargado de asociarlo con el estigma de la crueldad, y de la degeneración…
Pero, a Irene siempre le gustó mostrarse crítica con todo aquello que sus ojos veían, por que, ella sabía, sabe, por experiencia, que la objetividad no es fruto de una sola mirada, y que, si se desea “rozarla”, quien escucha y lee ha de mantener abierta su mente. De estudiante, ella ya se preguntaba; ¿por qué un hombre tan cruel, tan inhumano, depravado… después de treinta años de su muerte, seguía recibiendo ofrendas florales en su tumba, por qué…? Ahora, tal vez, tendría la oportunidad de averiguarlo. Las fuentes clásicas solían ser panegíricos, partidistas, destinados a enaltecer la figura de un determinado personaje. Y, quienes escribieron la Historia que hoy conocemos, la que a través de los siglos ha prevalecido, en contra de Nerón, estaba destinada a mancillar su memoria… ¿Por qué?, nuevamente, se preguntaba Irene… Se dice que Nerón, gozaba del respeto de los Partos. Poco sabemos del Nerón culto; del hombre al que formaron los estoicos, y que poco a poco, en esa época, ellos los estoicos, fueron conformando los cimientos de creciente Cristianismo; una “secta” perseguida que acabó por practicar el totalitarismo y la intolerancia con quienes no eran adeptos a su causa. Hoy sabemos que Nerón quiso conocer más y mejor, los misterios que se escondían en otros cultos, el de esos otros pueblos que él gobernaba. Cultos mucho más tolerantes que las filosofías en las que él mismo fue iniciado. Los Partos, adoraban a Ahura Mazda por lo tanto eran mazdeistas (una de las religiones más antiguas del planeta), en particular, rendían culto a Mitra (Se le menciona frecuentemente en el los himnos védicos y casi siempre aparece emparejado con Varuna, pero más allá de la mera aparición de su nombre, se conoce poco de él. Se conjetura, a grandes rasgos, que Mitra era el sol naciente, Veruna el sol poniente, o Mitra el cielo durante el día, Varuna el cielo por la noche, o uno es el sol y el otro la luna. En cualquier caso, es una deidad de luz o solar de algún tipo, aunque en tiempos védicos su mención vaga y general indica que su nombre era poco menos que un recuerdo. En Avesta es una deidad algo más viva, la que hoy, aun sigue simbolizando la piedad hindú…).
Marcus Fulvius era aún delgado y ágil. Su andar marcial delataba su pasado castrense.
Su valerosa participación en las campañas de la Galia, su incuestionable fidelidad a la causa y gloria del Imperio, tanto como su prestigio sin tacha, le valieron el favor del joven emperador reinante.
Nombrado procurator de la provincia de Tarraconensis, y hombre de la “confianza Neroniana”, bajo su ala protectora vivió en consonancia con los aires de paz y prosperidad que acompañaron a los sucesores de Augusto, y amasó una fortuna.
Desde la terraza de su residencia podía ver la verde pradera a lo largo de la cual se extendían sus dominios.
A un lado el bloque de viviendas de los esclavos, recubiertas en ladrillos. Allá una tropilla de caballos pastando. Y lejos, donde sus ojos se perdían en el horizonte, el campo abierto. Vastos trigales. Tierras fértiles que producían abundancia de cereales y de fauces generosas, de las que se extraían todo género de metales.
Cundía delante de sí el verde irrefrenable, y sin embargo podía sentir la brisa salobre que llegaba del mar a sus espaldas.
Hacia días que no dormía bien y su mente no tenía descanso.
Los recientes acontecimientos políticos originados en el descontento de la nobleza rancia, -a la que pertenecían los gobernantes de las provincias occidentales del Imperio-, ensombrecían su destino.
Inquieto recorrió las estancias de su residencia. Observó con desgano las paredes y techos ornamentados con finos mosaicos y pinturas. Donde quiera dirigiera sus ojos, había objetos de lujo. Vasijas sopladas con vidrios fundidos en tonos ocres, grises y bronces. Brillaba la platería, las figuras doradas y las tallas en ónice.
Parado bajo el dintel del ingreso a la cámara nupcial, contempló el mural que lo retrataba junto a su esposa.
Livia tenía un cutis pálido, los cabellos cuidadosamente peinados enmarcaban pulcramente su cara ovalada y su fino cuello.
La serenidad de su mirada y la posición de los hombros, denotaban cierta afectación propia de su estirpe patricia.
-Aún rodeada de riquezas, esa matrona romana a la que vio envejecer y envilecer a su lado, odió cada segundo que estuvo alejada de los suyos, sus privilegios e ilustres tradiciones. -Pensó con amargura.
La mujer de principios fuertemente enraizados en los valores republicanos de la antigua clase dominante, reprobaba el esplendor ostentoso, las extravagancias y el gusto por el lujo extranjero que profesaban los nuevos ricos.
La íntima convicción de su superioridad moral, le había hecho adoptar a través de los años, una pose de resignación estoica. De vergüenza dignamente digerida.
Sus ojos apagados y su rictus agriado lo acusaban de acomodaticio!
Se dijo que su esposa era afortunada después de todo. Su mente estrecha jamás corrió riesgo! Ninguna duda se asomó en ella ni abrió paso a debate alguno! Y considerando los vientos que corrían, puede que su vieja raigambre la pusiera a salvo del revisionismo histórico, que procura indulgencia, y ofrenda al vencido para desquite del juicio crítico.
Marcus Fulvius atravesó el atrio rodeado de columnas y se encaminó al interior del santuario, atraído por las luces ígneas que arrojaba la llama crepitante.
Se detuvo frente al altar dispuesto para la adoración, el recogimiento y la oración…
Siempre se vio a si mismo como un estadista. Su mente y espíritu que no reconocían fronteras más que la del valor y la lealtad, habían abrazado con fervor el credo de su emperador.
¡Como resistirse a la fuerza arrolladora de ese joven, -que otrora discípulo de Séneca-, era venerado por los reyes Mitrídates como al propio sol viviente!
Brillante y entusiasta, de espíritu sagaz e inquieto, buscador de verdades, encabezó el cambio profundo y ambicioso que implicaría un sesgo en los cimientos culturales de la vieja Roma.
Y él, Marcus Fulvius se había sentido honrado de ser depositario de fines elevados, y de compartir los ritos dignos de los hombres de armas, en cuyo tronco se valoran el honor, la hombría, la fidelidad y la hermandad.
Sin embargo,… la marcada inclinación del emperador por las doctrinas orientalistas entre otras causas, provocarían su caída. –Lo sabía. La revuelta ya estaba en marcha.
Tomó una moneda de oricalco y la observó con detenimiento.
En una de sus caras se veía el busto del emperador con una corona radiada.
En la otra, SECVRITAS AVGVSTIS…paradójicamente una alegoría de la seguridad.
El hombre sentado en su trono, en pose relajada, porta un cetro en su mano izquierda y a sus pies un altar encendido.
Livia jamás posó un dedo sobre una de ellas, ni lo posará. –Dijo esto último en voz alta, sorprendido por la naturaleza de los pensamientos que acudían a su mente.
Arrojó la moneda sin remordimiento, y admitió con ironía, la inutilidad de cualquier esfuerzo. Y dejo que libres sus pensamientos, fueran a confluir a esa domestica realidad intramuros. Reducida a un duelo de conciencias con su esposa…
Irene observo la moneda y pensó en ese desconocido, al que la sentencia de la Historia condeno a no tener el más mínimo derecho. Las dos caras de la moneda pensó: En una, la persona, frente a su decisión de no acatar lo que le dicta la mayoría. En el anverso, el poder, su peso… que todo lo puede; todo lo magnifica, o, destruye… Persona y poder; pasión y sentencia; odio y destrucción. La arqueóloga guardo la moneda en su bolsillo, y dirigió su mirada hacia el horizonte, se preguntó, si tal vez Mitra, habría dejado su luz encendida para él… Todos necesitamos una luz que nos guíe. Cuentan los fieles mazdeistas, que cuando la gran llama se apague, el mundo entero sucumbirá… Un guardián vela por esa llama, en la actualidad, como lo hicieron sus antepasados; ellos velan por y para que el caos no se apodere de nuestras vidas. Tal vez Nerón creyó en esa llama, y la buscó, y ese fuese su único castigo… Irene da la espalda a la Villa, al viejo legionario… a Nerón. Tal vez, ella también necesita sentir que la llama sigue viva; también necesite creer, aferrarse a algo, cuando todo a su alrededor se apaga… Porque, en el fondo, las personas, no somos tan distintas, aunque hayan trascurridos siglos, muchos siglos
El azar me emparejó con Solitude, el placer hizo el resto.
Arqueóloga accidental como ella se define, Solitude a diario escudriña la historia, y en este relato se mete en la piel de Irene, que adivino es en parte su propio reflejo.
Ha sido para mi un honor acompañar con una pincelada del pasado para el ensamble gustoso, un drama humano, como cualquiera, en todo ambiente y en todo momento. Gracias Solitude!
Mas relatos en lo de Gus: http://callejamoran.blogspot.com/
UNA MONEDA DE DOS CARAS
Una villa romana perdida en alguna parte, cuyas coordenadas nunca figuraron en los mapas, yace desubicada, para el mundo, son las ruinas de aquello que un día fue, la grandeza de otros tiempos; celosas guardianas de un secreto.
Aquella primavera Irene aprendió algo que siempre supo, en teoría; las apariencias engañan. No es bueno juzgar, la información que nos llega de forma fácil, a simple vista, hay que actuar con ella, como se actúa con la tierra que se extrae de la Unidad Estratigráfica, en cualquier yacimiento arqueológico; pasarla por la criba, y aislar minuciosamente la certeza, de cualquier otro pensamiento que la pueda contaminar. Porque, de lo contrario, nuestra hipótesis siempre será errónea, podríamos equivocarnos.
Los resultados de varias campañas de trabajo estaban aportando sus frutos; Un viejo Legionario, Marcus Fulvius, al servicio de Roma, logró en el año 62 instalarse en Hispanía, sin duda alguna, fue un hombre influyente; supo ganarse los favores del último emperador de la dinastía Julio-Claudia, Nero Claudius Cæsar Augustus Germanicus, “Nerón”. Una moneda con su efigie había servido de amuleto a Irene, durante años. Era solo una mala falsificación, de plata. Ahora tenía la oportunidad de reencontrarse, no con una, sino con varias, y todas ellas autenticas.
El viejo legionario había acondicionado un espacio, en el que aun podían encontrarse restos de las lujosas teselas; minerales preciosos, portados de Oriente, de Egipto, todos ellos dignos, para la ocasión; un pequeño santuario, en honor al emperador, en el que posteriormente, después de su muerte, el mismo lo habría divinizado… Sí, a ese Nerón, que todos nosotros conocemos porque una parte de la Historia, “Damnatio memoriae”, (cuando los emperadores caían en desgracia) se ha encargado de asociarlo con el estigma de la crueldad, y de la degeneración…
Pero, a Irene siempre le gustó mostrarse crítica con todo aquello que sus ojos veían, por que, ella sabía, sabe, por experiencia, que la objetividad no es fruto de una sola mirada, y que, si se desea “rozarla”, quien escucha y lee ha de mantener abierta su mente. De estudiante, ella ya se preguntaba; ¿por qué un hombre tan cruel, tan inhumano, depravado… después de treinta años de su muerte, seguía recibiendo ofrendas florales en su tumba, por qué…? Ahora, tal vez, tendría la oportunidad de averiguarlo. Las fuentes clásicas solían ser panegíricos, partidistas, destinados a enaltecer la figura de un determinado personaje. Y, quienes escribieron la Historia que hoy conocemos, la que a través de los siglos ha prevalecido, en contra de Nerón, estaba destinada a mancillar su memoria… ¿Por qué?, nuevamente, se preguntaba Irene… Se dice que Nerón, gozaba del respeto de los Partos. Poco sabemos del Nerón culto; del hombre al que formaron los estoicos, y que poco a poco, en esa época, ellos los estoicos, fueron conformando los cimientos de creciente Cristianismo; una “secta” perseguida que acabó por practicar el totalitarismo y la intolerancia con quienes no eran adeptos a su causa. Hoy sabemos que Nerón quiso conocer más y mejor, los misterios que se escondían en otros cultos, el de esos otros pueblos que él gobernaba. Cultos mucho más tolerantes que las filosofías en las que él mismo fue iniciado. Los Partos, adoraban a Ahura Mazda por lo tanto eran mazdeistas (una de las religiones más antiguas del planeta), en particular, rendían culto a Mitra (Se le menciona frecuentemente en el los himnos védicos y casi siempre aparece emparejado con Varuna, pero más allá de la mera aparición de su nombre, se conoce poco de él. Se conjetura, a grandes rasgos, que Mitra era el sol naciente, Veruna el sol poniente, o Mitra el cielo durante el día, Varuna el cielo por la noche, o uno es el sol y el otro la luna. En cualquier caso, es una deidad de luz o solar de algún tipo, aunque en tiempos védicos su mención vaga y general indica que su nombre era poco menos que un recuerdo. En Avesta es una deidad algo más viva, la que hoy, aun sigue simbolizando la piedad hindú…).
Marcus Fulvius era aún delgado y ágil. Su andar marcial delataba su pasado castrense.
Su valerosa participación en las campañas de la Galia, su incuestionable fidelidad a la causa y gloria del Imperio, tanto como su prestigio sin tacha, le valieron el favor del joven emperador reinante.
Nombrado procurator de la provincia de Tarraconensis, y hombre de la “confianza Neroniana”, bajo su ala protectora vivió en consonancia con los aires de paz y prosperidad que acompañaron a los sucesores de Augusto, y amasó una fortuna.
Desde la terraza de su residencia podía ver la verde pradera a lo largo de la cual se extendían sus dominios.
A un lado el bloque de viviendas de los esclavos, recubiertas en ladrillos. Allá una tropilla de caballos pastando. Y lejos, donde sus ojos se perdían en el horizonte, el campo abierto. Vastos trigales. Tierras fértiles que producían abundancia de cereales y de fauces generosas, de las que se extraían todo género de metales.
Cundía delante de sí el verde irrefrenable, y sin embargo podía sentir la brisa salobre que llegaba del mar a sus espaldas.
Hacia días que no dormía bien y su mente no tenía descanso.
Los recientes acontecimientos políticos originados en el descontento de la nobleza rancia, -a la que pertenecían los gobernantes de las provincias occidentales del Imperio-, ensombrecían su destino.
Inquieto recorrió las estancias de su residencia. Observó con desgano las paredes y techos ornamentados con finos mosaicos y pinturas. Donde quiera dirigiera sus ojos, había objetos de lujo. Vasijas sopladas con vidrios fundidos en tonos ocres, grises y bronces. Brillaba la platería, las figuras doradas y las tallas en ónice.
Parado bajo el dintel del ingreso a la cámara nupcial, contempló el mural que lo retrataba junto a su esposa.
Livia tenía un cutis pálido, los cabellos cuidadosamente peinados enmarcaban pulcramente su cara ovalada y su fino cuello.
La serenidad de su mirada y la posición de los hombros, denotaban cierta afectación propia de su estirpe patricia.
-Aún rodeada de riquezas, esa matrona romana a la que vio envejecer y envilecer a su lado, odió cada segundo que estuvo alejada de los suyos, sus privilegios e ilustres tradiciones. -Pensó con amargura.
La mujer de principios fuertemente enraizados en los valores republicanos de la antigua clase dominante, reprobaba el esplendor ostentoso, las extravagancias y el gusto por el lujo extranjero que profesaban los nuevos ricos.
La íntima convicción de su superioridad moral, le había hecho adoptar a través de los años, una pose de resignación estoica. De vergüenza dignamente digerida.
Sus ojos apagados y su rictus agriado lo acusaban de acomodaticio!
Se dijo que su esposa era afortunada después de todo. Su mente estrecha jamás corrió riesgo! Ninguna duda se asomó en ella ni abrió paso a debate alguno! Y considerando los vientos que corrían, puede que su vieja raigambre la pusiera a salvo del revisionismo histórico, que procura indulgencia, y ofrenda al vencido para desquite del juicio crítico.
Marcus Fulvius atravesó el atrio rodeado de columnas y se encaminó al interior del santuario, atraído por las luces ígneas que arrojaba la llama crepitante.
Se detuvo frente al altar dispuesto para la adoración, el recogimiento y la oración…
Siempre se vio a si mismo como un estadista. Su mente y espíritu que no reconocían fronteras más que la del valor y la lealtad, habían abrazado con fervor el credo de su emperador.
¡Como resistirse a la fuerza arrolladora de ese joven, -que otrora discípulo de Séneca-, era venerado por los reyes Mitrídates como al propio sol viviente!
Brillante y entusiasta, de espíritu sagaz e inquieto, buscador de verdades, encabezó el cambio profundo y ambicioso que implicaría un sesgo en los cimientos culturales de la vieja Roma.
Y él, Marcus Fulvius se había sentido honrado de ser depositario de fines elevados, y de compartir los ritos dignos de los hombres de armas, en cuyo tronco se valoran el honor, la hombría, la fidelidad y la hermandad.
Sin embargo,… la marcada inclinación del emperador por las doctrinas orientalistas entre otras causas, provocarían su caída. –Lo sabía. La revuelta ya estaba en marcha.
Tomó una moneda de oricalco y la observó con detenimiento.
En una de sus caras se veía el busto del emperador con una corona radiada.
En la otra, SECVRITAS AVGVSTIS…paradójicamente una alegoría de la seguridad.
El hombre sentado en su trono, en pose relajada, porta un cetro en su mano izquierda y a sus pies un altar encendido.
Livia jamás posó un dedo sobre una de ellas, ni lo posará. –Dijo esto último en voz alta, sorprendido por la naturaleza de los pensamientos que acudían a su mente.
Arrojó la moneda sin remordimiento, y admitió con ironía, la inutilidad de cualquier esfuerzo. Y dejo que libres sus pensamientos, fueran a confluir a esa domestica realidad intramuros. Reducida a un duelo de conciencias con su esposa…
Irene observo la moneda y pensó en ese desconocido, al que la sentencia de la Historia condeno a no tener el más mínimo derecho. Las dos caras de la moneda pensó: En una, la persona, frente a su decisión de no acatar lo que le dicta la mayoría. En el anverso, el poder, su peso… que todo lo puede; todo lo magnifica, o, destruye… Persona y poder; pasión y sentencia; odio y destrucción. La arqueóloga guardo la moneda en su bolsillo, y dirigió su mirada hacia el horizonte, se preguntó, si tal vez Mitra, habría dejado su luz encendida para él… Todos necesitamos una luz que nos guíe. Cuentan los fieles mazdeistas, que cuando la gran llama se apague, el mundo entero sucumbirá… Un guardián vela por esa llama, en la actualidad, como lo hicieron sus antepasados; ellos velan por y para que el caos no se apodere de nuestras vidas. Tal vez Nerón creyó en esa llama, y la buscó, y ese fuese su único castigo… Irene da la espalda a la Villa, al viejo legionario… a Nerón. Tal vez, ella también necesita sentir que la llama sigue viva; también necesite creer, aferrarse a algo, cuando todo a su alrededor se apaga… Porque, en el fondo, las personas, no somos tan distintas, aunque hayan trascurridos siglos, muchos siglos