La convocatoria de esta semana la lidera Inma Brujis del blog: http://cuatrounduro.blogspot.com/. Mas brujerías se encuentran en lo de la anfitriona.
MORENA DE OJOS BRUJOS
Isabel, la única morena de las hijas de Don Ignacio Loyola y Manuela Duarte, es dueña de una belleza que hechiza.
Ni los pesados encajes de los vestidos que le cose Doña Manuela cubren su natural seducción; ni consigue escudar su cuerpo de las miradas, mucho menos de los pensamientos impuros, el rosario que vehemente pende de su cuello.
Su fama se extiende a lo largo y ancho del Camino Real. Se sabe de sus atributos en Caroya, en San Francisco del Chañar y toman nota de los destellos que lanzan sus cabellos oscuros bajo la luz del sol, tanto como de la negrura de sus ojos almendrados: los viajeros en la posta de Sinsacate.
Ojos brujos dicen tiene la más hermosa entre las hijas de Loyola, y es claro que luego de verlas a todas: ninguna confusión podría alegar hombre alguno sobre el mérito acusado, cuyo olfato e instinto funcione con la salud de un reloj.
Aquel soldado raso que camino del Alto Perú marcha, está condenado por la fama que precede la excelsa presencia de Isabel: a procurar su compañía, como al néctar los abejorros.
Bajo la influencia de los efluvios etílicos de un vino recio afloja-lenguas, el muchacho que se siente embriagado por el perfume de la piel sahumada, -afecto a la declamación-, le declara su amor a Isabel y jura llevarla a Lima donde según sus palabras: "será vestida con lujos y su encantadora figura será sobresaliente entre finas damas”
Isabel, la morena entre blondas quiere escapar de la familia y pueblo donde no encaja, por lo que esta vez, contrariando el habitual desdén con que responde a los galanteos persistentes de los hombres: escucha con disimulo, pero con atención las palabras del soldado.
"He ahí el gallo de estampa negra como la noche, pendenciero y feroz, que ha de trabarse en toda riña que sea bien provista". Asegura el joven: "será el portador de la fortuna que escolte a la pareja hasta Lima, la de callejuelas señoriales y balcones floridos”
La gente se arremolina en el baldío atrás de los corrales junto a los ejemplares de crestas rojas, que pronto se echan encima el uno del otro con determinación asesina, mientras avivan el combate a muerte con gritos y ademanes toscos.
Los hombres que en el descampado no necesitan esconder su afición a la pelea ni disfrazar sus emociones, envidian sordamente al soldado que es dueño del gallo negro y del favor de la morena de ojos brujos. Esos mismos ojos brujos cuyo brillo parece resplandecer en el iris de los diminutos orificios bajo la cresta roja del negro bravucón.
Ahora se repliega como en una danza sensual,...ahora se acerca dando pequeños saltos de vuelo rasante y se impulsa por sus alas de plumas sombreadas, y atrae a su oponente a la trampa de su espolón en el que brilla la navajuela que limpia: se clava en el pecho del retador, al tiempo que se escucha el eco seco del metal ensartado.
Por fín: se lleva el último soplo la muerte; se asienta el desparramo de plumas ensangrentadas; ...y enmudecen los hombres que tienen la rudeza de las pampas en los rostros.
Porque yo tenía un placard que parecía no tener fondo. El mismo albergaba un universo de cosas variadas y algunas hasta olvidadas. Grande fue su fama y a mucha gente su capacidad impresionó, que a menudo sobre un objeto o prenda preguntaban: ¿Acaso lo sacaste del fondo de tu placard?
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jueves, 26 de enero de 2012
jueves, 19 de enero de 2012
Relato de Jueves Literario: "Desde el corazón"
La convocatoria de hoy la lidera Ma. Jose del blog: http://blogdemjmoreno.blogspot.com, que nos pide escribamos algo que surja del corazón, y la verdad es que todos mis relatos han surgido de algún lugar de mis entrañas, así que bien podría cualquiera de ellos cumplir satisfactoriamente con la convocatoria. Sería incapaz de elegir. A continuación: Relato de un corazón
CORAZÓN ANODINO MARINADO EN SALSA DEMI-GLACE
Las comisuras de sus labios se estiran dibujando una media sonrisa. Las aletas de su nariz vibran ligeramente e indican que su olfato exquisito está satisfecho. Acto seguido revuelve la junta portentosa: jirones de carne aún púrpura, tendones brillosos, cebollas de acidez astringente, hinojo anisado, papines de pulpa cremosa y aroma de la tierra, que se cuecen sobre patina de óleo trufado.
Con ademán parsimonioso le arroja al sofrito unas hojas de verde salvia de sabor intenso, le muele pimienta negra en grano por encima y por último: le vierte un chorro generoso de un Malbec joven y frutado.
Prueba el fondo de cocción y se le escapan unas lágrimas a causa del rastro escaldado que el líquido deja en su paladar, al tiempo que asiente: ¡No desea sabores condescendientes ni alquimias tibias!
Ya en la mesa se sirve una copa de vino, esta vez: de un robusto Cabernet Sauvignon de textura aterciopelada. Su mano delicada ensarta el tenedor en la carne firme y corta un pedazo que se lleva a la boca, en tanto pega su espalda al respaldo de la silla en una postura artificiosa. La servilleta hace equilibrio en su regazo y sus dientes se dan a la tarea de masticar la porción que le parece excesivamente fibrosa, áspera y de sabor brutalmente mineral.
El corazón le da un vuelco antes de tragarse el bocado; se palpa bajo la blusa, detiene su mano, la aprieta con fuerza en el pecho y escucha el tamborileo rítmico, constate y decidido -que suena como los cascos de una tropilla de briosos caballos al galope-, de su corazón de primera calidad, y respira aliviada.
Una vez la escuché lamentarse de tan injusto y pobre intercambio. Aseguraba “haber recibido de él un corazón simple, de costados flacos y razones débiles a cambio de uno honrado y de doble yema”.
-¡Son ciertas las afirmaciones de aquellos que me decían que su corazón era oscuro!, -admite-. ¡Pensar que cabe literalmente en un puño!...el suyo.
Mientras cercena los trozos de la víscera comprende con pesar: que esa carne de cepa anodina, de sabor hostil y membrana resistente como el reproche, le traerá indigestión.
Las comisuras de sus labios se estiran dibujando una media sonrisa. Las aletas de su nariz vibran ligeramente e indican que su olfato exquisito está satisfecho. Acto seguido revuelve la junta portentosa: jirones de carne aún púrpura, tendones brillosos, cebollas de acidez astringente, hinojo anisado, papines de pulpa cremosa y aroma de la tierra, que se cuecen sobre patina de óleo trufado.
Con ademán parsimonioso le arroja al sofrito unas hojas de verde salvia de sabor intenso, le muele pimienta negra en grano por encima y por último: le vierte un chorro generoso de un Malbec joven y frutado.
Prueba el fondo de cocción y se le escapan unas lágrimas a causa del rastro escaldado que el líquido deja en su paladar, al tiempo que asiente: ¡No desea sabores condescendientes ni alquimias tibias!
Ya en la mesa se sirve una copa de vino, esta vez: de un robusto Cabernet Sauvignon de textura aterciopelada. Su mano delicada ensarta el tenedor en la carne firme y corta un pedazo que se lleva a la boca, en tanto pega su espalda al respaldo de la silla en una postura artificiosa. La servilleta hace equilibrio en su regazo y sus dientes se dan a la tarea de masticar la porción que le parece excesivamente fibrosa, áspera y de sabor brutalmente mineral.
El corazón le da un vuelco antes de tragarse el bocado; se palpa bajo la blusa, detiene su mano, la aprieta con fuerza en el pecho y escucha el tamborileo rítmico, constate y decidido -que suena como los cascos de una tropilla de briosos caballos al galope-, de su corazón de primera calidad, y respira aliviada.
Una vez la escuché lamentarse de tan injusto y pobre intercambio. Aseguraba “haber recibido de él un corazón simple, de costados flacos y razones débiles a cambio de uno honrado y de doble yema”.
-¡Son ciertas las afirmaciones de aquellos que me decían que su corazón era oscuro!, -admite-. ¡Pensar que cabe literalmente en un puño!...el suyo.
Mientras cercena los trozos de la víscera comprende con pesar: que esa carne de cepa anodina, de sabor hostil y membrana resistente como el reproche, le traerá indigestión.
sábado, 7 de enero de 2012
Algo que decir sobre decisiones que importan
Hace mucho que no escribo sobre nuestra travesía personal y la búsqueda de ser padres. La verdad es que cuesta retomar el punto donde deje de contar, pero lo voy a hacer aunque la pereza y el dulce devenir de las cosas me aplanaron la pluma para estos asuntos; creo que ya es hora de ser leal con todos aquellos que se arrimaron con tanto cariño en los albores de este espacio, y con las queridas “compañeras de ruta”. De otra manera, éste nuestro viaje parecería desvanecido en el éter, disuelto como café instantáneo en una taza de agua caliente.
Siempre pensé que al final de esta experiencia habría un buen puerto, soy de las que creen que con tesón los círculos entran aún forzados en los rectángulos. Ahora creo que esto es una verdad a medias y tengo que admitir que el tiempo afecta de maneras insospechadas a las personas, pero esto ustedes ya lo saben; a veces las relaciones se quiebran, y para otros: el deseo se fortalece al punto de preguntarnos: ¿si no estamos siendo demasiado necios en esto de querer torcerle el brazo a la naturaleza? Lo cierto es que lo que se templa a la fuerza: es la espera, los sueños mutan, evolucionan, y nosotros también.
Desde hace unos meses RAT y yo estamos en lista de espera de una donante de óvulos.
Para los que conocen el tema la explicación sobra, para los que no: se trata de esperar que la clínica donde estamos anotados encuentre una donante compatible conmigo en términos fisiológicos y fenotipo. Las donantes pueden ser otras pacientes de la clínica que realizan tratamiento de fertilización in Vitro por factor masculino y al no tener problemas con sus óvulos, deciden donar una parte de los que les son aspirados en la intervención, o bien pueden ser mujeres reclutadas por el programa de ovo-donación, que se acercan a las clínicas por diversos motivos, suelen ser parientes o amigas de mujeres que ha pasado por lo mismo.
¡Fue difícil tomar la decisión!,... más bien lo difícil fue llegar hasta el momento de tomar la decisión porque parecía que habíamos perdido el control, que las circunstancias nos empujaron, que a pesar de haber probado con todo: acupuntura, homeopatía, hice un tratamiento de cuatro meses con una prohormona experimental, cambiamos algunos hábitos alimenticios, abandonamos algunos alimentos e incorporamos otros (eso estuvo bien y lo continuamos practicando) tome pócimas, hierbas de factura casera, leí y puse en práctica cuanto material encontré al respecto y que me pudiera ayudar, (además de las 3 fertilizaciones asistidas de baja complejidad, las otras 3 intervenciones de alta complejidad, mas una suspendida y un embarazo malogrado) y aunque nuestras fuerzas y ganas nunca decayeron, la verdad es que nuestro ánimo terminó por rendirse ante una perspectiva tan pobre.
Con todo creo que nuestros pasos nos trajeron hasta acá en el momento justo y no antes, la decisión en si: fue fácil, y una vez que lo hicimos los pensamientos empezaron de a poco a acomodarse con una naturalidad sorprendente.
Cuando abandonamos la clínica esa tarde en lugar de tomarnos un transporte que nos devolviera a casa en la puerta misma, caminamos varias cuadras hasta Plaza Italia, conversando, pisando con fuerza las veredas de la ciudad, sintiendo que adentrábamos los pasos en nuestro futuro, porqué habíamos empezado nuevamente a proyectar.
Hacer el “duelo genético” es duro. Darse en la cara con esto de que: aquello que me viene por la sangre, la nariz de...los ojos de...se termina conmigo, es casi...casi una pequeña muerte. Pequeña, y desdramatizable, ya que de otro modo: me parece que no les hago justicia a todos aquellos que todos los días superan estas y otras dificultades.
El primer sentimiento culposo es el de haber abandonado “la lucha” justo cuando nos habíamos convertido en buenos peleadores.... ¿Y...y, si la enterramos y todavía respiraba?; no faltaron las personas que conocedoras del paño me dijeron: “los médicos siempre dicen a todas lo mismo, mira lo que le pasó a fulanita...a menganita”
Es cierto que los médicos suelen aconsejar (léase: insisten) a las pacientes para que opten por la ovo-donación cuando se las ven difíciles, muchas veces sin profundizar en los casos. Dicho por ellos mismos: este procedimiento insume hoy casi el 40% de la totalidad de los que se llevan a cabo, con una proyección cada vez mayor, y debido a las altas tasas exitosas: hoy prefieren tener la imagen de sus clínicas asociadas a este éxito rápido y seguro. Conozco experiencias de gente que perseverando con sus propios gametos ha fracasado y otra que lo ha logrado, por eso en el fondo la decisión no deja de ser también en parte: una elección.
Ya que he asumido el compromiso de ser honesta, debo decir que esa sensación del principio, con los días va cediendo paso a otra. La mente destrabada de una frontera tan próxima impuesta por los resultados magros se deja llevar por la tibia luz del logro alcanzable. Esta vía se convirtió en una posibilidad amiga, real, cercana y acariciable de ser padres, y por tanto la abrazamos. Y de a poco se entra a una planicie cómoda donde el propio cuerpo, que se ve liberado de duras y frustrantes exigencias –que otra buenamente asumirá en mi nombre-, con placer inesperado: me lo agradece.
Esa noche, luego de “esa” tarde, tuve un sueño. Soñé con toda nitidez que RAT y yo estábamos en una casa vieja y debíamos arreglarnos para trepar con nuestros brazos por los estantes de una biblioteca llena de libros y otros objetos viejos y desvencijados. Otros ya lo habían hecho antes que nosotros. RAT lo intenta y trepa sin problemas, luego es mi turno y comienzo a trepar los estantes desnivelados con cuidado de no caer ni tocar los libros, pero cuando llego arriba me encuentro con varias copitas de cristal alineadas en un estante superior. Pienso que es evidente que están allí desde hace mucho tiempo porque están visiblemente sucias. Un sentimiento de pena se me cruza por ese alguien que se tomó el trabajo de colocarlas allí, a la vez que me siento perpleja y algo enojada de encontrármelas en mi camino ascendente y de vérmelas en la posibilidad clara de romperlas. ¿Por qué a mi, si otros lo hicieron antes sin problemas?
Decido seguir a pesar de esa eventualidad, miro abajo y está RAT, sigo y aunque ya no veo las copitas siento que algo se mueve y ya no necesito mirar hacia abajo para comprobar que cayeron. Luego el sueño sigue en otro lugar de médanos, nosotros en una camioneta... etc, etc. Lo recuerdo bien porque se lo conté a RAT apenas me desperté. Traté de buscar la interpretación, pero solo encontré algunas referencias genéricas y aisladas sobre los elementos del sueño. Como sea, no tengo que ser muy astuta para darme cuenta de que se refería a una pérdida.
La casa y la biblioteca es la de mi abuela, “esa misma casa de la que no quedó ni los cimientos”...¡si! ¡hay conexiones bajo nuestra corteza!, ...y es que a veces me pongo en ese plan de trazar los vínculos y atender las señales del universo, y me maravillo y pienso que hay pinceladas de fina ironía trazadas por ahí, que si uno no estuviera tan involucrado podría hasta aplaudirlas; y otras tantas las ahuyento a manotazos como a las moscas de verano.
Sé que el cristal me fue caro y sucede: que a veces se rompe; que mi “herencia” tendrá que ver con la madera de esos estantes: fuerte, de vetas desiguales en la superficie que le imprimen belleza e identidad y sostienen como brazos. Tendrá que ver con esos libros de viejas historias en páginas amarillas y con los de grandes espacios blancos: que esperan nuevas historias de letras danzantes....y la mirada color del mar en días soleados de los ojos de RAT, que como en el sueño: me miran.