Las comisuras de sus labios se estiran dibujando una media sonrisa. Las aletas de su nariz vibran ligeramente e indican que su olfato exquisito está satisfecho. Acto seguido revuelve la junta portentosa: jirones de carne aún púrpura, tendones brillosos, cebollas de acidez astringente, hinojo anisado, papines de pulpa cremosa y aroma de la tierra, que se cuecen sobre patina de óleo trufado.
Con ademán parsimonioso le arroja al sofrito unas hojas de verde salvia de sabor intenso, le muele pimienta negra en grano por encima y por último: le vierte un chorro generoso de un Malbec joven y frutado.
Prueba el fondo de cocción y se le escapan unas lágrimas a causa del rastro escaldado que el líquido deja en su paladar, al tiempo que asiente: ¡No desea sabores condescendientes ni alquimias tibias!
Ya en la mesa se sirve una copa de vino, esta vez: de un robusto Cabernet Sauvignon de textura aterciopelada. Su mano delicada ensarta el tenedor en la carne firme y corta un pedazo que se lleva a la boca, en tanto pega su espalda al respaldo de la silla en una postura artificiosa. La servilleta hace equilibrio en su regazo y sus dientes se dan a la tarea de masticar la porción que le parece excesivamente fibrosa, áspera y de sabor brutalmente mineral.
El corazón le da un vuelco antes de tragarse el bocado; se palpa bajo la blusa, detiene su mano, la aprieta con fuerza en el pecho y escucha el tamborileo rítmico, constate y decidido -que suena como los cascos de una tropilla de briosos caballos al galope-, de su corazón de primera calidad, y respira aliviada.
Una vez la escuché lamentarse de tan injusto y pobre intercambio. Aseguraba “haber recibido de él un corazón simple, de costados flacos y razones débiles a cambio de uno honrado y de doble yema”.
-¡Son ciertas las afirmaciones de aquellos que me decían que su corazón era oscuro!, -admite-. ¡Pensar que cabe literalmente en un puño!...el suyo.
Mientras cercena los trozos de la víscera comprende con pesar: que esa carne de cepa anodina, de sabor hostil y membrana resistente como el reproche, le traerá indigestión.
Que decir de un relato cuando lo devoras, te lo crees, lo hueles, te duele e incluso lo vomitas.
ResponderEliminarLa perfección salida de las entrañas.
Besos.
pero quien indigesta a quien! me parece una mala pecora!
ResponderEliminarBesos
Perfecta escena culinaria. La indigestión se pasa en unas horas, el sabor de la venganza dejará un dulzor eterno en su paladar. Un beso.
ResponderEliminarUna venganza servida en plato de plata, dos corazones bien distintos.
ResponderEliminarMaravilla de relato Ceci.
Un abrazo.
Miedo me dan las extrañas aficiones culinarias de la protagonista de tu historia. El tenía el corazón oscuro y parece ser que también bastante endurecido. Brrrrrr. Pero ella, en su afán vengativo terminó por asemejársele bastante.
ResponderEliminarUn abrazo.
cinco comensales en un restaurante italiano. las fechas son las de la segunda guerra y los alemanes habiendo ocupado la italia de benito, el mussolini ese. uno de los comensales es el encargado del restaurante y el que decide decir que hoy se come lo que yo os indique, que para eso soy el que invita y ustedes son mis invitados, así que no me van a hacer el feo..ni yo les haré el feo de hacerles comer conmida de guerra; hoy es un día de festividad...¡los americanos han invadido el sur de esta nación de desgraciados!
ResponderEliminarlos comensales son de la vieja guardia de musolini o como se escriba. son derechosos y conformes con esa tendencia...el dueño, no tanto. cuand viene el mozo sirve los platos con parsimonia. los degustan al ritmo de una delicada conversación. uno de los coemnsales se aburre. y para destacar ese aburrimiento se dedica a juntar los huesecillos de la carne que le ha tocado en su plato. al acabar ha conformado-dibujado una mano de humano¡¡¡
jejee hago mías las justas palabras de Alfredo!...todo un deleite leer este relato!
ResponderEliminarAbrazos.
Increible!! es cierto lo que dicen mis compañeros, que más decir... he disfrutado con la preparación, el disfrute y el final indigestado del comensal...
ResponderEliminarBesos
Me has despertado los sentidos, las papilas gustativas, he llorado con el jugo cebollino, me he atragantado con los despojos...
ResponderEliminarpalabras que se salen del escrito, táctiles, variadas, con volumen y olores, me tomo un Almax para la acidez y un respiro para mi galopante corazón.
Besito a corazón abierto.
Leyéndolo imaginaba a Aníbal en "El silencio de los corderos", no me preguntes porqué porque mis relaciones mentales son una locura, luego con las descripcciones me he embobado y disfrutado, pero el final, el final es increíble y perfecto, sutil: "cabe literalmente en un puño", esa frase lo aclara todo y es un grito de protesta contra el maltrato tan silencioso que casi pasa desapercibido, genial, me ha parecido genial y si ahora me dices que él no la maltrataba y por ello se zampó su corazón me vas a dejar patidifusa!!!, miles de besosssssssssssss
ResponderEliminarVaya, dan sudores sólo pensar que se comía aquel corazón, que al final resultó duro y fibroso, parece que aunque lo cocinó bien, no fue capaz de cambiarle el sabor.
ResponderEliminarUn abrazo
El corazón siempre ha sido objeto de culto por sus asignados poderes, hacer suyo el corazón del enemigo algo atávico en el ser humano.
ResponderEliminarPones sobre el plato lo que mucha gente intenta hacer... quedarse con los corazones de los demas
Un beso
Gracias: Alfredo, Uma: puede que sea mala al final!, Leonor, San, Pepe: quizas sea asi nomás; Gustavo: brava la anecdota!, Neo, Matices, Natalia, Susurros: es buena tu interpretación, Cármen y Manuel: coincido en la apreciación.
ResponderEliminarBesos a todos y gracias por pasar
Una historia con un final increíble y espeluznante. Cuánto odio puede generar semejante venganza? Al final no se sabe cual de los dos era de corazón más oscuro.
ResponderEliminarChapeu Ceci
Besitos
Yo, por venganza, ni me lo comía. Se lo daba a los perros.
ResponderEliminarPues faltaría más que encima se me indigestase por su culpa!
Un besito, compañera.
Que fuerte tocaya, seguro que luego tendrá ardores de estomago.
ResponderEliminarNo a la ingesta de vísceras.
Hacia mucho tiempo que no sabia de ti, tenemos a otra bloguera nueva que se llama Cecy, y le pregunte a Gus, pues tenia mis dudas.
Besos sistolicos
Nunca dudaría de que tus relatos no fueran escritos desde el corazón. Si no no habrían gustado.
ResponderEliminarNo se con que ganas me comeré las chuletas que he comprado para mañana.:(
Bss y buen domingo
Tu relato me ha recordado las películas de anibal el canival, una buena manera de merendarse a quien nos ha procurado tanto sufrimiento.
ResponderEliminarSólo puedo decirte que he estado en escena desde el principio al final. Execelente, Ceci.
Besitos y gracias por participar
Cuanto esfuerzo por transformar en un manjar un corazon que solo era un desperdicio. Fantastica manera de despertar sensaciones. Me quedo con el asco sin mas condimentos.
ResponderEliminarUn abrazo
hOLA Ceci. Tu relato resulta espléndido: la forma en que nos hace sentir, oler, degustar (sobre todo me gustó el Malbec, que es mi preferido).
ResponderEliminarHas conseguido un relato truculento, propio de noche de brujas!!!
besos vecinos.
Como llego tan tarde, voy a ser un poco parásito. Particularmente coincido con Verónica, ni a los perros, a los chanchos. Pero la idea que aporta Rosa me gusta, había que hacer ese corazón "digerible", mimando su preparación y condimentación. Y aún así ella siente que le va a sentar mal.
ResponderEliminarOtro estupendo relato. Besos, Ceci.