La convocatoria de esta semana la lidera Gastón, en su casa encontraremos muchos zapatos que ponernos.
LOS PASOS PERDIDOS
Su agenda rebasa de contenido, frases, horarios, recomendaciones, papelitos sueltos. La cierra con destreza antes que el relleno empiece a rezumar como la crema de una galleta. Ya en la calle toma un taxi; revisa su correo en busca del aviso del mandamás del Estudio Jurídico, donde le indica pasar a recoger al cliente de camino al Palacio de Tribunales. Memoriza el nombre del cliente; no es la primera vez que lo hace, tampoco será ésta la última cortesía que su jefe tenga con sus clientes, a expensas de su tiempo.
El coche se detiene en doble fila en la puerta de un edificio de departamentos. Está nerviosa, el tiempo se acaba y la audiencia dará comienzo aun sin ellos. Por la puerta vidriada del edificio sale un hombre corpulento al tiempo que el taxista se hace acreedor de un largo bocinazo, en reproche por el entorpecimiento del tráfico. La ocupante se acerca a la ventanilla con una sonrisa en la cara, el hombre la ve y con más determinación que eficacia emprende sus pasos hacia ella. Extiende su pierna tiesa con dificultad, apenas unos centímetros y la apoya en el piso, juntamente un bastón, le brinda un punto alternativo de apoyo en tanto toda su osamenta revestida de pulpa humana se inclina ostensiblemente. Le sigue la pierna sana y su estatura se recompone; todos los presentes miran las baldosas de la vereda con preocupación y respeto reverencial, cada vez que un paso de ese coloso logra sortear la atracción gravitatoria que viene de la superficie.
Ella hace esfuerzos por mantener la serenidad y la sonrisa en la cara, sus ojos compasivos no dejan de seguir los movimientos del hombrón como si pudiera con su vista imprimirle premura, “Ay señor mío, ¿cómo pedirle que apure el tranco?, el audiencista no esperará, se lamenta”, más la resignación le demanda cordura, se abre paso en su sien y abate los últimos segundos de pulsación enloquecida.
Por fin llegan. En la puerta de acceso al Palacio de Justicia un empleado le señala disimuladamente con el índice su reloj pulsera. Bajan del taxi los pasajeros, ella se acomoda pero su primer paso se trunca. El tacón de uno de sus zapatos queda detenido por el cordón de la vereda, que impedido de seguir la inercia de su avance, es arrancado de cuajo. Casi cae. Recoge los papeles y su agenda; recupera apenas el equilibrio e intenta caminar, pero perdido el apoyo de su talón derecho, el cuerpo se ladea en pose ingrata. -¡Venga, yo le ayudo!, –el hombre le toma de un brazo sin esperar respuesta; -¡ahora estamos parejos! –le dice sonriente.
Avanza la pareja despareja, inmune al grito de los minutos que corren, en consonancia de contrapesos, cada uno a su tiempo; de lejos, podría decirse: lucen armoniosos los balanceos rítmicos de los cuerpos.
muy bueno Ceci! muy gracioso y bien escrito, osamenta revestida de pulpa humana ¡genial!
ResponderEliminary es tan chocante que podría ser cierto!
Besos
Ya lo dice el refrán: Vísteme despacio que tengo prisa. Cuando menos te lo esperas sucede lo inesperado, y no por mucho correr llegas antes. Menos mal que el hombre era un cielo de paciencia.
ResponderEliminarUn abrazo
A veces el azar nos hace acercar más a la comprensión hacia el otro, poniéndonos en sintonía con sus falencias y limitaciones. Es bueno si funciona como excusa para aumentar la empatía entre la gente!
ResponderEliminarUn abrazo
Ah bueno! eso de "no será la última cortesía que su jefe tenga con sus clientes a expensas de su tiempo" suena tan familiar! Llevarlos a firmar poderes ... porque la gente es tan tonta que no sabe preguntar donde está el juzgado ... necesitan un guía de turismo dentro del palacio de tribunales (esto opina mi jefe).
ResponderEliminarY en este caso le tocó un señor mas o menos como la gente ... a veces uno se topa con cada personaje.
Entiendo la desesperación de la chica, si pierden la audiencia mamma mía! un par de años para que le den nueva fecha. Pero sin embargo la chica le hace la gamba al viejo ... yo no sé si lo haria la verdad ... bueno, capaz que si porque el tipo me cayó bien.
Oh que bien!, me sentí identificada con la secre, puedo ponerme en sus zapatos fácilmente.
Un beso
Al final, ambos encontraron en el otro el complemento adecuado a su cojera, la armonía de sus nada armónicos movimientos.
ResponderEliminarNos has hecho vivir con abundancia de detalles divertidos, la odisea de esa pareja por llegar a tiempo a la Audiencia.
Un fuerte abrazo.
Es lo que tienen los altos tacones, pueden dejarte cojitranca y empática con el hombretón mal andante, y así andar al mismo ritmo y al mismo consuelo. Pasa el tiempoooooo, no importa, cada día hay juícios pero no cada día se aprende yendo a ellos en la calle.
ResponderEliminarDesde el inicio al final, excelente tu relato en la línea de cambiarnos y meternos en el otro, en la línia de tus bellas letras.
Besito.
Tu escritura me encanta, llena de modismos que me obligan a leere una y otra vez pero que me hacen ponerme en tus zapatos, estar mas cerca de ti y de tus letras.
ResponderEliminarMuy bueno. Besitos
Estupendo relato, muy bien llevado y donde situaciones de vida se dan la mano por una cuestión del destino. Y así es, cuando menos lo esperamos estamos aprendiendo algo del otro, del que pasa, del que nos brinda una mano, del que comparte un breve instante. Se me representa mentalmente la imagen de ella y él, compartiendo un andar que si bien cojea, mantiene su balance por la conjunción de ambos.
ResponderEliminarBesitos al vuelo:
Gaby*
Muy divertidas las peripecias de tus protagonistas, yo con los tacones me llevo muy mal también.
ResponderEliminarUn beso
Como siempre un texto rico en matices y en definiciones, casi fotográfico.
ResponderEliminarDivertida situación en la que ella lleva ventaja, pues lo suyo es pasajero, sólo cuestión de otro par de zapatos.
Besos
Qué bien escribes. Haces que parezca fácil. Tu relato magnífico como siempre.
ResponderEliminarUn beso.
Ceci sonriendo termino tu relato. Muestras la escena tan ricamente adornada que uno se transporta a la acera de enfrente y ve a esa pareja ya en perfecto equilibrio, al final calzaron ambos zapatos ajenos.
ResponderEliminarLindo si señor.
Un abrazo
Hola, Ceci.
ResponderEliminarUn verdadero deleite pasear por tus letras y admirar tu estilo literario. ¡Genial!
Buen relato. Un cliente corpulento y grande de espíritu también.
Te dejo un abrazo.
Lupe
Ceci este relato es completamente real, cuando uno más apuro lleva, peor se presentan las cosas, parece una ley de Murphy.
ResponderEliminarMe divertí mucho leyéndote y me gustó mucho el final
Un beso enorme :)
Ah!!! Me olvidaba, que lindo quedó el blog así!!!
ResponderEliminarYo también estoy pensando en cambiarlo porque resulta más funcional para los lectores.
Me encantó!!!
ceci esta cambiado el blog? me gusta mucho como lo dejaste. Me encantó el relato... una persona grande con una vereda tal cual son las de aca... dificiles de transitar para las personas que llevan baston y tienen dificultades al caminar... muy bueno su gesto para con ella. Un beso grande y saludos a los dos! :D
ResponderEliminarme gustó tu vuelta de tuerca del asunto, Cecie.
ResponderEliminarno hay como la aceptación para poder batallar....
Adoré la imagen al final de ambos. Muy buen aporte, me encantó. Sigo mi camino de los jueves.
ResponderEliminarEs que los veo, los veo a ritmo de la cojera cogiditos del brazo!! jajajaja que bueno y que bien escrito, amiga.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué bueno Ceci. Empatía a golpe de accidente. Esa imagen final de "pareja despareja", como "lucen armoniosos los balanceos rítmicos de sus cuerpos".
ResponderEliminar¿Insisto que me ha encantado? Sí.
Besos.
Si es que las prisas no son buenas consejeras y menos con tacones y semejantes ayudas.
ResponderEliminarUn relato rápido, frenético que se lee con ritmo cinematógrafo imaginando las escenas como desde una cámara grúa.
Un beso
Tienes un premio en mi blog, si quieres seguir las normas lo haces y sino, simplemente acéptalo porque te lo he dado con todo mi cariño, pensando que eres la mejor. Un beso.
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