El ruido del motor cede por unos instantes y su lugar es tomado por el ruido del oleaje que golpea los flancos de la embarcación de madera, a medida que ésta se acerca muy despacio al muelle. Elisa desciende con cuidado, tanteando con firmeza los listones carcomidos. Hace años que nadie viene a esta casa, “¿y quién lo haría?”, se pregunta; a excepción de su tía Alma, no supo jamás de nadie que hubiera estado a gusto en esta isla remota del Delta del Paraná. Aquí solo hay pajonales crecidos, el rastro seco de hortensias muertas y coronas de novia rotas.
El cielo esta encapotado de nubes plomizas; Elisa alza la vista y recibe un guiño flamígero que toma por mal designio. Pronto, la amenaza de lluvia es un hecho, el agua castiga la desvencijada casa ayudada por el viento, que parece soplar en todas las direcciones. Distraída, deambula por las habitaciones; sobre una repisa polvorienta encuentra un colgante cuyo dije encierra una pluma castaña de caburé, una posesión preciada que colgaba del pecho de su tía; “es para la buena fortuna” recuerda; lo pasa por su cabeza y aprieta el dije contra el pecho para recibir algo de calor imaginado.
A buen resguardo en el interior, Elisa se dedica a observar la drástica mutación del paisaje con ojos desvinculados. El viento sacude el follaje, las aguas antes calmas ahora corren embravecidas, tiran de las ramas del sarandí inclinado; las barbas de viejo se quiebran bajo el espanto. “Mala estrella, mala conjunción de aguas” piensa Elisa mientras se sujeta con fuerza de la benevolencia que le promete el dije colgante. ¡Nada bueno puede salir de esa unión de fuerzas!; sudestada implacable que arrastra cuanto puede, incluso a ella misma que aquí se halla; y las otras: las de sedimento rojizo, cuyo rumor de tromba ya escucha descender desde el Bermejo. Callan los picaflores y las calandrias; danzan campanillas amarillas lanzadas al aire; en la profundidad de las islas: el ceibo suspira aliviado.
“¿Qué más traerá la crecida además de camalotes y barro en los pantanos?,...¿qué más se llevará?”, y por respuesta algo recio como un apretón de manos firmes le revuelve el estómago, y le desparrama la angustia salida de los rincones más oscuros de un corazón llagado. Su boca testimonia el sabor de la leche agria, de la vejez prematura y de un vientre infructuoso. Paladea el profundo desconsuelo que ahogó la voluntad de su tía.
En la pared más alejada pende un espejo, Elisa se le acerca sintiendo el abatimiento de sus pasos; en sus oídos resuena la letra de un viejo vals:..."Alma, si tanto te han herido, ¿porqué, te niegas al olvido?...” ¡No!, no quiere ver en su cara las huellas del desamor ajeno, pero una curiosidad malsana la impulsa; las sombras de la llama se contornean en la sala; arrima la luz a la altura de una boca descolorida, los ojos apagados; Elisa apenas contiene un grito apretado, que suena como chasquido de fusta en el aire.
Triste tu relato, ambiente opresivo y esos malos presagios que acompañan a Elisa( así se llama mi madre también), no es bueno aferrarse al dolor y al sufrimiento al no querer olvidar y seguir adelante, pero no siempre es fácil.
ResponderEliminarGracias por participar en este curioso jueves.
Un beso
Me gusta Ceci como vas presentando el escenario, los personajes, los sentimientos.Uno se siente frente a ellos y los ve en ese ir y venir de la historia, como a Elisa frente al espejo curiosa por descubrir cual es el reflejo proyectado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Paisaje opresivo, salvaje y desolado, para un espíritu que se me antoja igualmente preso de la desesperanza y la desolación.
ResponderEliminarMe ha encantado, como siempre, tu relato Cecy.
Un fuerte abrazo.
Se me borró el comentario!...y era largo!grrrrrrrrrrr...resumiendo, me parece estupendo el estilo con el que escribís!...bien localista y sentido.
ResponderEliminarbesos
Un relato precioso, lleno de amargura, con un lenguaje lleno de fantástico vocabulario. El paso del tiempo muchas veces hace estragos.
ResponderEliminarUn abrazo
El desamor cuando se instala y en el paso del tiempo tiñe de una gran amargura y nostalgias. Duele esa desolación de paisaje, el interno y el externo.
ResponderEliminarQue bien representado esta.
Un abrazo Tocaya.
Un dejo de tristeza que bien acompaña al paisaje y a Elisa, un personaje que se presenta a sí mismo dentro de esa atmósfera tormentosa.
ResponderEliminarSabernos, creo que siempre nos sabemos, con nuestras carencias y virtudes, pero el reconocimiento certero del desamor, de la ausencia en nuestro estado más profundo de soledad, nos pone aún más en evidencia. Me ha gustado mucho la descrpción del paisaje y el entorno, buen modo de ponernos en el lugar y permitirnos sentir casi, el estar allí.
Besos al vuelo:
Gaby*
Me has metido en el lugar envolviéndome en el lugar, ofreciéndome las sensaciones... observándola en el espejo.
ResponderEliminarTriste desconocerse a una misma y enfrentarse a la realidad...
Me encantó, aunque eso ya lo sabes...
Besos
Ceci que relato triste y fuerte, con ese final que nos deja estremecidos.
ResponderEliminarEl escenario que presentas es perfecto para el desarrollo del tema, se puede imaginar y hasta sentir.
Me encantó leerte como siempre, aunque esta vez te leo diferente y me sigue gustando igual!!!
Un abrazo enorme !!!
Más que tu historia, lo que disfruto siempre, son tus descripciones. El a propósito es un plus añadido de alto valor, pero cómo lo vas contando, es una delicia, aunque se trate de algo tan opresivo como hoy.
ResponderEliminarbesos y abrazos mil
Coincido totalmente en lo poéticas y elaboradas descripciones. Bien retratada la tristeza y una soledad absoluta. La tempestad afuera es lo que germina la curiosidad para descubrir algo que prefirió ocultar?
ResponderEliminarSaludos y estoy pronto para el próximo Jueves. Finalicé mi recorrido pero la curiosidad continúa...