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jueves, 24 de mayo de 2018

Relato de Jueves Literario: El Premio

La convocatoria de esta semana la lidera Juan Carlos, quien nos pide escribir sobre el premio, en honor al aniversario que se cumple de la vez que recibió uno importante, En su casa encontraran más relatos


GALARDÓN Y BESO

Los bombones tenían un ligero y lejano gusto a manteca rancia, habían pasado toda la noche fuera de la heladera, no se dio cuenta de eso sino hasta el final, y el chocolate amargo no era del agrado de los más chicos, pero las tortitas, como las llamaba su hijo, con ese glaseado de limón y granas de colores estaban deliciosas, y las galletitas también, y muy vistosas por cierto, con una cubierta de azúcar celeste patrio que pretendía ofrecer caricia dulce a las ávidas lamidas, y abrirse paso por las gargantas cerradas por la emoción liberada en el acto escolar con motivo de la fecha conmemorativa.
A su hora, tuvieron una participación lucida y un lugar destacado en la tira de mantel fértil que parecía haber dado fruto a todo tipo de platos, uno al lado del otro de delicias esmeradas que se disputaban la atención de padres, chicos y el apetito del mediodía.
Los ojos gustosos, la sonrisa abierta de su hijo frente a las tortitas que quedaron en casa, las más deformes y más doradas de la camada, sus manos que las parten, las migas y granas que caen camino a su boca rompen la languidez del estómago y de la tarde. Eso, y un te quiero de yapa es el premio que se abrocha la noche




jueves, 3 de mayo de 2018

Relato de Jueves Literario: "Fotos inspiradoras"

¡Hola!, ¡que bueno es estar por aquí!. Me hago partícipe de la convocatoria de esta semana que la lidera Mónica en su espacio Neogéminis, donde nos pide que escribamos un relato sobre alguna de sus imágenes inspiradoras. En su casa nos daremos un festín de relatos.




EL HOMBRE EN LA FOTO


La superficie rugosa del camino asfaltado le oponía una resistencia feroz a sus pasos arrastrados. Había elegido para la ocasión unos zapatos cómodos con suela de goma que le prometían llegar en una pieza a destino, aún a riesgo de mermar la elegancia de su vestimenta justo cuando se está al final de la traza, y por esa misma razón, se rehusó a perderla del todo cubriéndose con el abrigo de pluma.
Cerró la puerta de su casa allá en lo alto bien temprano cuando todavía la niebla se medía con los árboles y desdeñando la frialdad del aire fue deslizándose todo el camino abajo, un  paso corto tras otro en un ritmo de freno y avance, venciendo la inercia traicionera con bastón y  orgullo
Llevaba mucho tiempo sin ver ni hablar con nadie, por eso no pudo resistirse a la invitación que esa gente joven de linda sonrisa, que ocupaban los cargos municipales que antes ocupaban rancios funcionarios, le hizo, ¡y no porque el fuera alguien especial!, su único mérito la verdad, era haber sobrevivido al resto de los ancianos del pueblo. Así y todo se sintió halagado, por eso lo pensó dos veces, no quería estropearle la fiesta a esa gente amable y confiada, pero la tentación era grande y ya pronto no quedaría ni él
El mediodía estaba  anticipándose y la niebla se había recostado sobre el fondo verde cuando a la entrada del pueblo se detuvo a descansar.  Con dedos temblorosos revisó el contenido de sus bolsillos, una pulsión apresurada le había hecho llenarlos de caramelos para ofrecerles a los nietos que nunca había abrazado. Se acomodó sobre su bastón y se sintió penosamente tonto, sus nietos  ya serían mayores, tal vez,… con suerte,… serían los hijos de sus nietos quienes los aceptaran.
 Aún recostado sobre su bastón miró una vez más escuchando  las campanas llamar a misa. Abajo se estacionaban los autos lujosos y desfilaban abrigos relucientes. Era una viva imagen de prosperidad, muy diferente a la de sus tiempos. Y allá fue, entero, a recibir el obsequio que  le hacía su pueblo: oídos generosos para la voz de su alma, y pensó con tristeza y un poco de tenaz esperanza,  que solo tenía para retribuirles un puñado de caramelos, y una confesión.