LA LLUVIA, NUBLA
Afuera estaba desapacible. Frío, lluvioso, el comienzo del
invierno le había acortado las horas a la tarde. Era de día cuando Marta entró al consultorio
del médico y a la salida, cuando los restos de las meriendas aún yacían sobre
las mesas y en las casas se estiraban unos mates tardíos, estaba tan oscuro
como si fuera la hora de cena.
Desde la protección del umbral Marta espero a
que pasaran los coches que se deslizaban con cuidado por el asfalto mojado. Cuando
las luces de los faros que la encandilaban hicieron una pausa, divisó el gris
del auto estacionado en la acera de enfrente y tomando coraje cruzó la calle a
paso ligero. En un par de movimientos que parecieron uno abrió la puerta del
acompañante y se metió en su interior como una tromba, antes de cerrarla metió
de un tirón el largo de su abrigo y arrojó la cartera al asiento trasero
mientras resoplaba sacudiéndose de encima la lluvia.
Hasta allí todo era
normal, la atmósfera familiar, la radio encendida, la presencia masculina,
muda, que se presentía a su lado sentada
al volante, hasta que el intento de colocarse el cinturón demasiado corto para
ella le puso un llamado de alarma en el cuerpo. Marta se giró a su izquierda,
-¡Ustéd no es mi marido!-le dijo al hombre que a su lado no había dicho palabra
aún, pero más se lo dijo a sí misma y comenzó a mirar de un lado y otro
incomoda, antes de detener su vista en la ventanilla trasera, en la cara de su
esposo, que sentado en el coche de atrás observaba divertido la escena y reía
con los ojos y la boca a causa del despiste de su mujer.
Marta se disculpó rápidamente
con el hombre a su lado que no salía de su asombro y que solo atinó a
responderle con una sonrisa pasmada, tal vez Marta le había interrumpido la
espera de la mujer propia, o un momento de intimidad propicio para escarbarse
la nariz, como sea, Marta salió volando del coche y con ella voló un equívoco
de letras intrascendentes, pariente lejano de los tropiezos afortunados, de
esos que dan pie para un guion de romance
Amiga ese despiste más de una lo a cometido ajjajajajj..y la verdad la escena es de lo más divertida con cara de espanto el señor y una se queda con la cara azorada jajaj ..Un despiste que sin duda la negrura de aquella tarde no visualizo .
ResponderEliminarUn gusto leerte de nuevo .abrazos y feliz día.
Ese despiste me suena. Una tarde quedé en recoger a mi hija (tenía entonces 11 años). Estacioné el coche justo detrás de otro igualito al mío y tambien había una señora dentro (esperando a alguien, supongo). Llega mi hija a toda velocidad, abre la puerta del otro coche y justo antes de subir le dice
ResponderEliminar-Tú no eres mi madre... ¿dónde está?
Y yo desde mi coche, le di una voz para llamar su atención.
En fin, cosas que pasan.
Bss.
Situaciones que, en su momento, quisieras que te tragase la tierra, pero luego, son divertidas anécdotas que contar. En este caso, ambos se quedan perplejos jajaja
ResponderEliminarUn placer leerte.
Bsoss, y feliz finde 😘
Da para el inicio de un guion de una comedia.
ResponderEliminar:-)
Besos
Jaja estupendo! Un relato magníficamente iniciado con una elaborada descripción del ambiente que ubica y pone en circunstancia al lector, para luego, con el sacudon propio de lo inesperado, enfrentarlo a la vergonzosa situación que debió sentir la protagonista. Jaja, un placer leerte, Ceci. Un abrazo
ResponderEliminarP.d comentario aparte para lo apropiado del título. Me encantó!! :-)
ResponderEliminarCambio de coche y de marido, tambien seria para verle la cara al otro.Muy bueno, besos.
ResponderEliminarEs muy divertido, me has sacado una sonrisa
ResponderEliminarAbrazo
La lluvia, nubla. Nunca mejor dicho. La precipitación para no mojarse, la oscuridad, el parecido color oscuro del coche, todo el ambiente era propicio para el despiste cometido. Una magnífica ambientación para ese percance sufrido.
ResponderEliminarTe agradezco que te hayas sumado a mi convocatoria literaria. No quiero cometer el despiste de no hacerlo.
Un fuerte abrazo.
Es que cuando llueve tanto, la vista se nubla, y ese error es perfectamente posible, y el marido desde luego aprovechó bien el error para reirse un poco.
ResponderEliminarMuy bien escrito.
Un abrazo
Jjajaaj qué anécdota más divertida.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Un beso enorme.
Y es que la vista se nubla también. La cara de ambos no debe haber tenido precio en ese entonces.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
El mismo amor, la misma lluvia. Me vino esa frase, con tu encantador título. Me pareció genial tu relato y me hizo sonreir, lo del momento de intimidad del caballero... Bien, se agradecen estas buenas letras, para un jueves de despites.
ResponderEliminarBesos Ceci, siempre con mucho cariño!!!