La convocatoria de esta semana, a la que llego con atraso, la lidera Mar en su Bitácora, donde nos invita a escribir sobre los mercados que son lugares tan agradables, pintorescos algunos y muy queridos por todos. A su casa vamos por mas mercados
ORGULLO BARRIAL: EN TIEMPOS DE CARROS Y EN LOS DE CARRITOS
El mercado de mi barrio se llama Mercado del Progreso. Tuvo
su nacimiento en la década del 1880 y se hizo en ladrillo, hierro y mármol al
estilo de los europeos. Hay 60 puestos entre carnicerías, pollerías,
pescaderías, fruterías, verdulerías, fiambrerías y otros. Ha resistido todas
las crisis y recesiones que han hecho tambalear la economía del país. El corazón del mercado está en los puesteros que
sienten el orgullo de ser los nietos, bisnietos y hasta tataranietos de los
originales y de no haber claudicado frente a la tentación de ceder a las pretensiones
de compra de los grandes hipermercados en la década del 90. El barrio le ha
sido leal, y paga con creces.
Desde que vivo en el barrio hago mis compras aquí, lo
prefiero a cualquier supermercado y desde que soy mamá también voy con mi hijo. Disfruto caminar entre los puestos saludando y recibir un saludo con sonrisa de reconocimiento.
Los sábados por la mañana el lugar tiene un clima especial. Entre el bullicio de la gente se escuchan de fondo en algunos puestos los acordes de un tango viejo y la verbalidad predominante de una radio AM, y en otros, suenan los temas de moda de una enfrentada FM
(En todo el mercado se repiten estas imágenes en los puestos de ventas de carne de vaca, cerdo y pollo. De hombres y mujeres martillando la carne, pasándola por huevo y luego por pan rallado para hacer en cantidades industriales las milanesas que constituye nuestro alimento fetiche)
Mientras hago la fila en una de las carnicerías para comprar las milanesas que
en casa nos gusta a todos, y la carne picada para hacer hamburguesas caseras y particularmente
para hacer el relleno de las empanadas,-que cocino de a dos o tres docenas los
viernes o los sábados que estoy relajada y con ganas de esparcir tapas de masa
en toda la mesa de cocina-, veo a Manuel que se ha sentado en una de las mesas
del bar continuo a la carnicería junto a un señor mayor que mira en la tele un
partido de futbol de la B local. Es divertido verlo reír y celebrar con el
hombre que podría ser su abuelo los goles del Club Atlético Sarmiento (según me
enteré después) por pura empatía
Ahhh.. este relato tuyo tan bien narrado e ilustrado ha sido un verdadero paseo por tu barrio. Aqui en Rosario han abierto algunos emorendimientis municipales a la usanza de esos antiguos mercados pero son muy puntuales. No quedan los antiguos, como en Buenos Aires o Montevideo. Un abrazo y gracias por ese caris tan intimista que le diste a tu aporte. Un beso
ResponderEliminar...y otro para Manuel!
ResponderEliminarUn relato muy bonito y mucho más esa foto que nos dejas de tu persona ..
ResponderEliminarEs tal cual lo dices . los mercados tenían y algunos conservan ese halo de familia entre todos los que lo componen .
Un abrazo y feliz viernes.
Mira que tienen magia los mercados por la variedad se personas que los visita las situaciones que se viven. Lo digo la escena que describes con el chico y el señor mayor compartiendo el momento de fútbol como si fueran conocidos de toda la vida.
ResponderEliminarGracias por participar.
Bss.
¡Ah! Pero que lindo mercado qie aún no conozco, pero lo visitaré seguro cuando vaya a Buenos Aires.
ResponderEliminarLeo el comentario de Mónica y descubro "emorendimientis" es una palabra que no había oido en mi vida, pero me gusta como suena.
Por último decirte que me alegro mucho de que ese mercado siga en pie y ojalá lo siga haciendo por mucho tiempo más.
Besos a ti y a tu hijo.
Todo en tu relato está rico. Uno se pasea de tu mano entre tantos años de histoia y de coas cotidianas para didivinar que eres una estupenda cocinera...
ResponderEliminarUn saludo afectuoso