Nuevamente en casa de Gustavo, quién lidera la convocatoria de la semana, allí mas dramas de la contrucción
¡AY QUE DESDICHADA SOY, LOS OBREROS NO ENCUENTRAN MI CASA!
Mi casa sufre, se siente fea y vieja, y aunque no lo supe de inmediato, lo sé ahora; los signos son inequívocos.
...Será mejor que empiece por referirle los hechos que lo indican, así puede usted mí estimado, tener una dimensión acabada de la gravedad de cuanto le digo y de la consiguiente solicitud: ¡tenga a bien tomar debida nota de las coordenadas de mi morada que tanto le necesita!...
...De la nada y sin motivo aparente los techos sobre mí se esponjan y una llovizna finita, lastimosa empieza a caer insistente sobre los muebles y mi persona. La luz escapa y mi casa parece achicarse al tiempo que un rumor de trueno crece como si miles de patas batieran los suelos, trajeran olor a tierra mojada y anunciaran la llegada próxima de una marabunta dispuesta a arrasar con todo a su paso.
Anticipándose a la crispación en aumento: los colores de las paredes se arrebatan, el perro huye despavorido y el emplumado que no puede por estar enjaulado, se embucha el miedo y se queda inmóvil, reconozco que valiente, tras su enorme papada.
Con fuerza escalonada mi casa descarga metrallas de llantos y algunos, furiosos, aturden como agudos de trompetas. A poco llueve a mares y las lágrimas se convierten en cascotes de hielo que castigan los pisos. Pronto corren aguas servidas y flotan por igual renacuajos que desperdicios. Los vidrios se estremecen, el aire escapa por las ventanas al tiempo que mi casa agita las cortinas de pura frustración y yo, impotente, trato de calmarla. Le acaricio las grietas que le cruzan las macilentas paredes de zócalo a techo; inútil le repito con mis labios pegados al grueso revoque: “que sus marcas traducen su expresión”...pero,...no hay cal que seque las superficies chorreadas ni beso que consuele ciertamente. En breve los sollozos se hacen gemidos ahogados, las piedras quedan hinchadas y las juntas de sus lagrimales inflamados. Solo las raíces parecen alegrarse; se deslizan por debajo de las puertas para saludar, y fosforece el verde traidor...
...Le ruego: ¡no olvide mi estimado enviarme entre sus obreros maquilladores, aquellos que sepan de revoques con peine fino y de fijadores con brillo nácar!...
y si... ya es casi una urgencia que la visiten los obreros :D hermoso relato :D un beso!
ResponderEliminarTu casa y la mia, estan aquejadas del mismo mal, no se si es bueno restaurar heridas, quizas lo adecuado seria marcharse sin mirar atras.
ResponderEliminarUn besazo
Desde luego que hay veces que nuestras casas cobran vida, sobre todo cuando llueve, esas humedades, esas grietas, nos piden a gritos una reforma.
ResponderEliminarLe has dado una excelente vida a esa casa.
Un abrazo
cosa que se debería de anotar: a saber: he leído este texto ya tres veces.
ResponderEliminaren las dos primeras, mi ser estaba como la casa...y es que uno anda reponiéndose de tristuras...esas que te cogen por sorpresa...
en la tercera, ya después de que ha ido pasando el día, día de lluvia asqueroso, por cierto, uno no puede por menos que percatarse de cómo ha estado y de cómo está esa casa...
no podría hacerte un comentario de los míos ahora...¿por qué? ¿será por que aún no ando recompuesto del todo? puede ser. casi seguro. aún así, puedo decirte que este texto tuyo huele a ceci...huele a buen texto, huele a una originalidad propia de ceci...
medio beso.
Un relato precioso Ceci, una casa que desde luego pide a gritos compostura, aunque igual es tanta la que necesita que no iria mal pensarse tomar los bartulos y cambiar a una de nueva construcción.
ResponderEliminarUn abrazo.
Has descrito en la forma que acostumbras, con un lenguaje pulcro, pulido y rico, la enfermedad de tu casa, aquejada de males que se me antojan casi irreparables. La has humanizado cuando dices que sufre, víctima del paso del tiempo y de sus inclemencias.
ResponderEliminarPrecioso relato, Ceci.
Un abrazo.
Qué bella manera encontraste Ceci de hablarnos de los padecimientos de tu casa frente al maltrato del tiempo y las tormentas!
ResponderEliminarEspero que no haya sido tan así durante este último temporal que -espero- no te haya afectado demasiado.
Un abrazo.
he vuelto por que no estaba contento...sabía que tu texto era bueno..ahora ya sé el porqué...
ResponderEliminarno sé cómo demonios se llamará la figura que has utilizado, es decir, dar vida a la casa, es decir, animar a lo desanimado, pero se llame como se llame, lo has conseguido...de eso estoy seguro...además, ceci, que es difícil, muy difícil trasmutar lo inanimado en animado...y que lo has conseguido, de eso no tengo ni la más mínima duda...
diría que has vuelto por viejos fueros...pero en realidad no vale decir esto, por que hacía tiempo que no escribías...así que he de decir que estás en fueros renovados que evocan a aquellos de hace..de antes de vacaciones...
bien, ahora sí, ahora sí que ando ya contento.
sabes, el hecho de esar leyendo a mis compañeros, afuera la lluvía de la calle...a mí me ha servido para recomponerme..ello quiere decir que no estaba tan tan nocompuesto...
medio beso.
Una casa que pide a gritos que le presten atención, que la pongan linda y la vuelvan joven otra vez.
ResponderEliminarExcelente este relato y la manera en que lo relatas como siempre impecable.
Un abrazo :)
No se quien tiene más alma, si la casa o el relato.
ResponderEliminarLa casa sugiere, llama la atención, pide en silencio y espera.
El relato da, dice, regala... sólo espero que ambos se encuentren al final.
Besos
Ni a las casas puede convencer uno ahora que las arrugas (grietas) no son más que la recompenza por tantos años vividos y sufridos?
ResponderEliminarY bueno, si no se puede convencer a una mujer, menos a una casa que debe ser mucho más cabeza dura!
Eso sí, nunca permitiría que una casa se quejara de las marcas que lleva en sus paredes donde se testimonia el crecimiento de los hijos!
Besos!
Que preciosida de texto, Ceci. Me has sorprendido muy gratamente. Esa casa tiene vida.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Que nadie se atreva a tocar esa casa si no tiene sensibilidad de poeta: por favor!!!
ResponderEliminarbesos Ceci.
Hola Ceci! que bueno conocernos en esta etapa de obras. Te diré que tu relato es precioso, muy de mi gusto, con un toque casi surrealista! Coincido con Cass: esa casa perdería todo encanto si el obrero no lleva en cada herramienta, un toque de poesía para mantenerla única y viva.
ResponderEliminarBesitos al vuelo:
Gaby*
Es un relato vertiginoso. Me he encontrado leyendo a toda velocidad, especialmente el penúltimo párrafo.
ResponderEliminarLo entiendo como metáfora, por lo que confío que la reforma deje una nueva vivienda consistente en que las raíces y los verdes queden sencillamente en el jardín.
Besos.