jueves, 24 de noviembre de 2016

Relato de Jueves Literario: "Un giro inesperado"

La convocatoria de hoy la lidera Pepe, que nos pide que contemos un relato que tenga una vuelta de tuerca, un giro inesperado. En su casa encontraremos mas relatos participantes de la convocatoria




CERCANA SOSPECHA

La señora de la limpieza llego a la casa apenas pasadas las diez. Puso agua en la pava eléctrica con la intención de tomarse una segunda ronda de mates para animar una jornada de trabajo que había empezado más temprano, antes de salir de su propio hogar.
Corrió las cortinas del gran ventanal que daba al parque. La mañana del sábado se presentaba soleada aunque algo fresquita todavía. El pronóstico decía que la temperatura subiría para el mediodía.
El cuerpo yacía algo despatarrado a orillas de la pileta. La dueña de casa, vista a través del ventanal, lucía como si estuviera recostada tomando el sol de la mañana. Llevaba todavía la ropa de cama, por lo que la señora de la limpieza, previo paneo rápido a la cocina, concluyo que no había desayunado. Seguidamente puso sus pies en el césped mullido que se aplastó bajo su peso y hacia el cuerpo inerte se dirigió cubriéndose los ojos con la mano.
Casi cayo redonda por la impresión que le causo ver la cara morada, tuvo que apretar fuerte el teléfono y hacer la respiración consciente para que la hija de la casa pudiera atender la urgencia del llamado.
La muchacha en un acto desesperado trató de reanimar a su madre; nada pudo hacerse, llevaba muerta unas horas. Más tarde, entre sollozos se lamentaron propios y ajenos. Hacía varios meses que la dueña de casa estaba muy mal, -¿cuánto hace de la separación?, -más de seis meses, ¿ya?, ¡qué barbaridad! Nadie quería enfrentarlo, ni siquiera su psiquiatra, pero lo primero que vino a la mente de los íntimos fue que la mujer triste finalmente había tenido éxito luego del primer intento fracasado. Había tenido la oportunidad esa última noche, el hijo en casa de su novia, la hija con los suyos, el marido que no volvería, ninguna visita, las circunstancias la habían dejado sola. Pasaron revista y los calmantes parecían estar todos en su lugar. Un módico alivio los invadió. Será entonces que su corazón doliente simplemente había dejado de latir, después de todo, no había signos de violencia, ni robo, ni cerraduras forzadas.
Se esperaba que la inhumación de la mujer triste se hiciera en un clima de angustia infinita, de reproches tácitos, de culpas masculladas con mandíbulas apretadas. Lo inesperado fue el llamado de la fiscal a cargo del proceso de averiguación de la causa de muerte; los resultados provisorios de la autopsia indicaban que la mujer triste había muerto por “asfixia mecánica y sofocación”. Que alguien le había apretado su cuello hasta provocarle lesiones en las arterias carótidas, y que además tenía daño en el interior de sus labios, como si su boca hubiera sido presionada con una tela que no había dejado marcas en el exterior, en suma: había sido asesinada.
Los deudos que momentáneamente gozaron de natural empatía, están hoy en la mira de las sospechas