viernes, 16 de septiembre de 2016

Relato de Jueves Literario: "Recuerdos de septiembre"



Esta semana la convocatoria la lidera Encarni, quien nos pide contar lo que nos inspira el mes que corre. Las distintas estaciones a las que nos adentramos en un lado y otro del océano nos proponen sensaciones variadas. A su casa vamos de visita por mas relatos.

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ADIÓS AL FRIO

Al viento ya pronto se le acaba el aliento, el frío debe marchar pero antes, se demora recorriendo los rincones.
Una hoja nueva, lisa, se despereza. Fin de septiembre promete mates de largos suspiros y luz duradera en mi cocina. En la terraza, mi ropa blanca anhela las horas de una siesta pura.
Un haz de astringencia amarilla le acierta al corazón del hongo, el invierno abre su puño.
A los resquicios de mi pared se le evapora la humedad y se van a los cielos en fumarola ondulante los olores de ollas profundas y meos ácidos.
Por la mañana, camino entre cajones que se apilan en las veredas de hortalizas que se visten de colores. En primavera mis papilas se ponen ansiosas.


jueves, 1 de septiembre de 2016

Relato de Jueves Literario: "Adivina, adivinanza"

Esta semana la convocatoria la lidera Alfredo quien nos hace la interesante propuesta de presentar un lugar, sin nombrarlo, dando las pistas suficientes para que el resto de los participantes pueda descubrir de que lugar se trata. A su casa vamos de visita a distintos lugares.


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EL OMBLIGO DEL MUNDO

El sendero angosto sube a la vera de la cornisa. Frente a la vista las laderas de las montañas se encastran unas con otras y lucen abrigadas con espeso follaje, en lo alto, las nubes rodean vaporosas los picos afilados. Se respira con dificultad, el resplandor se adueña de los sentidos y el dolor de los pulmones.
Bajo los pies aparece una escalera milenaria de piedra que lleva al corazón sacro santo del viejo imperio. Ya en el mirador, la ciudad se descubre como una herida de contorno irregular de roca clara abierta de un pellizco en el valle de hierba corta.
Se aprecian las hileras perfectas de paredes escalonadas que encierran porciones de terraza verde cálido, que son custodiadas por unos macizos ranurados de punta roma. Lejos, la gran cordillera azulada brinda marco.
Resuena aun en los oídos el eco de la fiesta en recuerdo de los días dorados de un imperio extenso, que se decía ser el núcleo de la vida, el ombligo mismo del universo.
El comienzo del solsticio de verano se reserva en los almanaques para la celebración anual. Se convoca al astro venerado que no defrauda.
Al son de vientos musicales y cascabeleo de huesos rozantes danzan las sandalias rítmicas que apisonan el suelo de la gran plaza capitalina, cuyo nombre pronunciado por voces originarias suena como si una breve exclamación saliera debajo de los cascos de un caballo.
Bajo un tocado de tejido rojo del que cuelgan monedas de oro se descubre un rostro de pómulos altos que se alza hacia el cielo con los brazos en alto. Ofrendan las mujeres de larga túnica y gruesas trenzas, agua ardiente de buen grano que portan en vasijas de barro amarillo
Obsequian al transeúnte colores osados los frutos de la tierra que se venden en el mercado. Se exhiben papines violetas, azules, ocres, verdes, rojos, redondos y lisos, otros con grietas, pústulas, o extrañamente contorsionados. Algunos tiene sabor suave y cremoso, otros fuerte y áspero. En todos los casos, ofrecen al paladar una experiencia singular.