Y se preguntarán que tiene que ver el siguiente relato con ese título?
Posiblemente muy poco, pero los invito a ver el video que colgó Gustavo en su entrada del jueves 17/2 para inspiración de los jueveros.
Mas temas de la convocatoria en lo de Gustavo: http://callejamoran.blogspot.com/

EL HECHIZO DE POLVORIENTA
Es noche cerrada en el barrio de San Telmo.
El canto de los grillos, el croar de las ranas en las alcantarillas y el moroso fluir de las aguas por los pluviales, anuncian que avanza perezosa la hora de los duendes.
Falta una hora escasa para la medianoche según las campanadas lejanas de la Iglesia de Santo Domingo.
Las hadas comisionadas por la división ministerial para asuntos de encantamientos y hechizos del distrito sur de Buenos Aires, trabajan contra reloj.
A estas dos delegadas se les hace difícil completar su trabajo con esas vetustas varitas, que no se renuevan desde los tiempos de la colonia.
Se miran con gestos desesperados, y haciendo un recuento visual, ultiman los detalles faltantes.
Ya está listo el carruaje, un modesto carrocín de líneas clásicas.
Si de gusto propio se hubiera tratado, hubieran optado por un elegante birlocho, pero...desde que las partidas presupuestarias para los asuntos de magia y encantamientos fueron acortadas por orden ministerial, ya se sabe!
Tiran del carruaje dos caballos, que antes del hechizo eran dos mamaos que estaban a punto de trabarse en una abrazo mortal,-facón en mano-, al amparo de los árboles del Parque Lezama.
Además, por gracia de la varita mágica, oficia de cochero un musiquero, -que vestido de compadrito-, a diario se recuesta sobre el farol de la esquina de Defensa y Humberto 1º para atraer a los turistas con milongas lisonjeras.
A un lado del carruaje espera Polvorienta engalanada con un hermoso vestido de organza pastel con tules malvas.
-Desea que la dueña de la pensión, la misma que le da una vida de fregona, pudiera verla ahora!
Lleva sobre sus hombros, -para protegerse del fresco de la noche-, una estola de encaje ceñida con una diadema tallada en madera fragante de jacarandá litoraleño. Y corona su cabeza una tiara visiblemente de segunda mano, que seguramente ha visto tiempos mejores.
Ah! Le advierte una de las hadas a la otra. Falta el lacayo!
-Acaso se abrirá ella misma la puerta del carruaje cuando llegue a Palacio?
Con presteza convierten a un perro flaco con aires lejanos de galgo, en una figura de levita severa que se ubica atrás en el carrocín.
Sube Polvorienta al carruaje y parten raudamente.
Deben apurarse y marchar sin detenerse ni por un instante siquiera.
El portal del hechizo permanecerá abierto tan solo por el tiempo que indican las coordenadas de las estrellas fulgurantes.
El carruaje pasa a la carrera por Paseo Colón, cortando las sombras curvas que proyectan sobre el asfalto, las arcadas de la recova.
Repican los cascos de los caballos en los adoquines de las calles, y salen de los zaguanes perfumes de magnolias y limoneros.
De pronto, por efecto del destino macabro, Polvorienta ve asomarse entre las piedras del brocal de un pozo, una margarita.
La flor resplandece en tonos de cálidos amarillos en medio de la bruma azulada, -con la que el río cercano unos pasos-, inunda las calles del arrabal porteño.
Polvorienta quiere con desesperación esa flor hermosa, para adornar con ella la tiara que corona sus cabellos, y...fatalmente detiene el carruaje.
Ay! Fortuna mezquina! Esquiva eres por causa de sortilegio de medio pelo!
Cuando te sacudirás el mote de suerte berreta, de fama deslucida, tiznada con humo de fogones y sucia con barro del riachuelo, que le guarda fidelidad de despechada a este confín del mundo!
El hechizo pasó de hemisferio...
El portal del encantamiento se abre en otra ciudad.
Y en esa otra de callejuelas iluminadas, de edificios ornamentados con volutas caprichosas y banderines coloridos que cuelgan de los antepechos de altas ventanas,...una tal Cenicienta llega al baile.
El paisaje corresponde a Parque Lezama, y la foto es gentileza de María Elena