jueves, 5 de mayo de 2011

Relato de Jueves Literario: La Comida.

Por problemas técnicos de Gustavo, la convocatoria de esta semana es en el blog de Ma. José. Así que más ollas humeantes se encuentran en: http://blogdemjmoreno.blogspot.com/



Son estas que vienen a continuación, tres escenas de festines, diferentes en comidas, colores y sabores.
Me ha quedado un poco largo el relato, me excuso por eso, felicito y agradezco al que quede leyendo hasta el final.

ALGUNAS ESCENAS Y CENAS.

Escena 1: Rojos: vino, tomates y rubor

Apenas ingresó al departamento, se le indicó acomodarse en un coqueto sillón junto a un montón de extraños.
Desde su posición podía ver la cocina que estaba integrada a la sala, y a los anfitriones trabajando afanosamente entre utensilios y cacerolas. Los ambientes estaban divididos apenas por una mesada pasa-platos.
Uno de los cocineros era alto, algo esmirriado, tenía un bronceado escaso que desentonaba en esa ciudad de playas, y una calvicie incipiente. Sin embargo el tipo se movía en ese elemento culinario con asombroso aplomo y experticia propia de un profesional.
La atención de ella fue rápidamente captada.
Entre extrañada, -sabía que en otro contexto no le hubiera dirigido al sujeto una segunda mirada-, y fascinada, seguía sus movimientos.
Lo vio practicarle con precisión de cirujano unos pequeños cortes en cruz a las bases de unos tomates redondos, maduros, de un rojo escandaloso, para sumergirlos en agua hirviendo. Al poco los retiró del agua y sin prisas ni esfuerzo aparente, con la delicadeza de un amante decidido, los despojó uno a uno de su pellejo, y cortó sin miramientos en prolijos pedacitos.
Con el canto de una mano dio unos cuantos golpes secos sobre una cuchilla enorme que sostenía con la otra mano, mientras se escuchaban como una queja, el crujir de los ajos al partirse bajo la hoja brillante.
Se adentró en su mente el ruido rítmico y monótono del picado sobre la madera.
El aroma que despedía la salsa pródiga en aceite de oliva, ajos, tomates, albahaca, tomillo, creció en forma proporcional al atractivo del devenido cocinero-galán.
Finalmente, de entre unos paquetes de fideos secos, tomó uno y lo paró sobre la mesada. De un movimiento certero y rápido golpeó unos de sus extremos en el mármol emitiendo sordo estruendo, en tanto por el otro extremo emergía la parva de pasta amarilla, desgarrando celofán con impetuosa impudicia.
En el extremo de la sala una mano presta sobre una boca, sofoca a tiempo una exhalación inaudible.


Escena 2: Dorados: brasas y fogón

Los cuatro jóvenes, dos chicas e igual número de chicos se preparaban para compartir una rica cena. Sería su preparación un ritual sencillo y sabroso, de los que tanto gustan a los hombres de estas tierras.
Cualquier animal de pescuezo roto, cuerpo hábilmente desmembrado, en definitiva: cualquier pedazo de carne, con o sin hueso, adobada con sal gruesa o con discreta imaginación, puesta a asar sobre las brasas de una parrilla, constituye una labor masculina, -en apariencia simple-, pero compleja y refinada, que destaca las dotes de paciencia, concentración esmerada y sabiduría epicúrea. Todas reflejo de una virilidad reposada y sensible, altamente apreciada entre las huestes femeninas.
Cabe aclarar que los costes del festín serían soportados por mitades entre los bandos, dado que la sufrida economía de esos últimos días de vacaciones, venía tocando peligrosamente el fondo de los bolsillos.
Los chicos pondrían el sitio, a escanciar algún buen vino, y los carbones a punto. Las chicas, los bocados a acomodar sobre la parrilla.
Se había hecho muy tarde. Iban apuradísimas abriéndose paso entre la gente, caminando con grandes zancadas conforme lo permitía el largo de sus piernas.
Entraron a un local donde se asaban unos grandes pollos de granja.
Giraban fragantes ensartados en espadas acariciando las llamas, mientras un asador transpirado y de cara enrojecida les esparcía limón con una brocha de cerdas pegoteadas. El jugo abrillantaba las pieles y rápido se evaporaba, y en cada vuelta sudaban los pollos apetitosos, densas gotas de grasa que hacían chirriar humeantes las brasas
Las chicas aunque tentadas, pensaron en las brasas solitarias que las estarían esperando..
El vendedor señalaba sonriente las piezas más doradas y crujientes. Con incredulidad y ante la indicación de las féminas dirige su vista hacia las piezas del otro extremo, recién puestas a asar
-Sí, ese! -Señalan con gestos algo impacientes. –El más blanquito por favor!


Escena 3: Amarillos: fecundos granos bajo el sol

Bajo el sol abrasador de fines de diciembre, un grupo de mujeres jóvenes se han reunido con miras a participar en una acostumbrada y suculenta ceremonia estival.
La quietud de la siesta es interrumpida por el chillido estertórico de un benteveo, y el chapoteo que producen los aleteos de gorriones que sobrevuelan rasantes el agua de la pileta.
En ese ambiente de sosiego y risas relajadas de reminiscente gineceo, pronto las mujeres dan inicio a las actividades prácticas del ritual. El sol toma a su cargo secar la humedad de las cabelleras chorreantes, y esfumar con bruma blanquecina el verde del césped.
Algunas eligen la sombra, otras se sientan al borde de la pileta con los pies sumergidos en el agua, y acomodan en el espacio dejado por la abertura de sus piernas: un plato contenedor, y un instrumento que les permitirá rallar los choclos para hacer una magnífica humita.
No son raras las incongruencias por estas latitudes. Sofoca el calor en los días posteriores a la navidad, y sin embargo son éstos, -en que se propagan en tierras vecinas los maizales altos y robustos, generosos y abundantes-, los más propicios para preparar este guiso calórico y portentoso, que convoca por igual a seguidores de dietas e inapetentes.
Refulge el amarillo prístino de los granos gordos, maduros, alineados en las mazorcas que al contacto se abren prestos a dejar escapar la pulpa untuosa.
Crema espesa y virtuosa, maná de los nativos indígenas: Oh! Te invocamos! Que llenas los sentidos lo mismo que los platos soperos!
A un lado esperan las calabazas de cáscara rugosa, de cuyas fauces abiertas ha de extirparse pulpa fibrosa, naranja rabiosa.
Es en la última instancia que por alquimia cuidada, se unirán los ingredientes con salsita especiada con pimientos y cebollas, para equilibrar con equidad y picor, tan suave y exquisito dulzor.

24 comentarios:

San dijo...

Tres maravillosas escenas Ceci, para mi la cocina es color, olor. sabor y es lo que veo reflejado en tu texto. Manjares compartidos con amigos, no importa si pasta o carne o calabaza, el placer de una exquisita comida en una exquisita compañia.
Has despertado todos los sentidos.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Tres gamas de colores para tres escenarios distintos, tres comidas diferentes y un elemento común: La convivencia.
No hay nada mejor que una reunión de amigos en torno a una buena mesa. Realmente la comida es en muchas ocasiones, la excusa perfecta para encontrarse.
Un abrazo.

Primavera dijo...

Que bonito te quedo el relato, original, comidas en armonia y felicidad cuando estas en buena compañia en la mesa.
Primavera

Uma dijo...

Pues no se me ha hecho nada largo, me ha encantado! estoy salivando y todo ;)...
Por aquí es hora de cenar y quiero el tomate del primero, es el que más he vivido...genial!
besos

Natàlia Tàrraco dijo...

"tomó uno y lo paró sobre la mesada"
"rallar los choclos para hacer una magnífica humita"...me tienes fascinada con el idioma: parar sobre la mesada...o poner encima de la mesa (?)- Rallar los cholos...(?) magnífica humita (?) !magnífica diversidad!

Ceci, sin contar tu extraordinário aporte de palabras, me quedo prendida en una sublime estancia al aire libre con olores, sabores, rituales (hombre-mujer), que despiertan mis papilas gustativas, olfativas, y los sentidos mirando paisajes ignotos.
El equinoccio es cambiante, verano vosotros en diciembre, invierno vosotros en junio, una maravilla y un esfuerzo mental, para situarnos, por ambos lados, muy recomendable.

Un menú para degustarlo a base de soñarlo traspasando océanos. Besitooooooooo.

Manuel dijo...

nada de largo Ceci, pero los tres con un punto en común, el ritual cada uno distinto pero cada uno significativo en el trascurso del relato.
Un beso

Mamaceci dijo...

San, gracias por tu exquisita sensibilidad que tenes, se te nota.
Pepe que hariamos sin la comida para agasajarnos? Sería impensable no? Gracias por tus palabras.
Primavera, que bueno que te guste. Gracias
Uma, gracias y espero que comas algo más que la papilla de tu niña. Ja!
Natalí, que cosa con lo de los términos! Mesada es diferente a la mesa. Es el espacio (mas alto que la mesa) de la cocina donde se trabaja y cocina, de allí que se usaba marmol porque era lo mejor para amasar. Mas modernamente se usan las mesadas pasa-platos de madera y mas angostas para dividir apenas una cocina del comedor, donde tambien se puede cocinar, o apoyar platos que van de la cocina a la mesa.
Perdón si no se entendió, quise decir que el paquete de fideos lo puso sí sobre la mesada pero no acostado en su largo sino paradito sobre uno de sus extremos, antes de asestarle el golpe.
La humita es un potaje caliente que hacemos con choclo (la mazorca de maiz) pero previamente hay que rallar los choclos (los granos con su ollejo) con un rallador (como el queso rallado, picado o molido) se mezcla con zapallo calabaza que ambos tienen un saborcito dulzón, y se lo adereza con salsita a gusto del comensal. Es muy típico del norte argentino, aunque hay en todo el territorio. Se puede comer al plato con la salsita, o bien la llamada humita en chala: hecha un poco mas espesa se envuelven pequeñas porciones en las chalas del choclo, que son las hojas verdes alargadas de la mazorca, que se blanquean en agua hirviendo para adquieran flexibilidad y poder envolver. Quedan como unos paquetitos verdes atados, y esos mismos se pueden guardar y poner luego en agua caliente para calentarlos.
En verano abunda el choclo, pero es trabajoso rallarlo, de ahí que se usen muchas manos para hacer una buena cantidad.
Besote

Katy dijo...

Original relato sobre ese gran arte que es la cocina y nuestro sustento de cada día. Intercalando algunas costumbres de tu tierra me ha resultado muy ameno. No solo es arte litarario sino arte culinario también.
Un beso y enhorabuena por esa fértil imaginación.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Tus tres relatos han constituido un gran disfrute. Auténtico festín de unas palabras y conceptos muy poco utilizados. Y aun tiempo abundas en esas descripciones coloridas y sabrosas... Qué profundo encanto el de estas gentes...
el de ella y él, de tu primer relato.
El de los jóvenes que se habrian iniciado en el gusto por el trato y en su necesidad, a través de prepararse alguna cosa.
Finalmente, me atrapa ese mes de diciembre, el de vuestro cono autral, rabioso, a contrapelo de lo mío. Me incorporo entusiasmado plenamene a aquella escena, no muy lejos de los maizales. Embadobado me quedé observando, segun lo describías, a esas mujeres haciendo hueco entre sus piernas a sus utensilios. Ay, comer su rito y su pasión por hhacerlo aun mismo tiempo con el mundo. Su lugar en nuestro discurrir preestablecido, su placentera dimensión aparte.
¡En fin, han sido tantas estas impresiones!

Un saludo

Neogeminis Mónica Frau dijo...

mmmmmmmmmm qué decirte! las tres situaciones me han tentado a comer rico! jejeje...suculentos aromáticos y coloridos relatos en los que la sensualidad se mezcla en armonía de la comida que allí espera, aguardando ser devorada!jejeje

Un abrazo.

Inma Brujis dijo...

Pues fíjate que no se me ha hecho largo tu relato.
Son tres colores que combinados hacen un plato exquisito.
Un beso

Juan Carlos Celorio dijo...

Buenas historias en torno a la mesa, diversas, ricas en ideas, descripciones y lenguaje.
Me gusta también ese lenguaje, ocurre que a veces hay matices diferentes para una misma palabra. Hace poco estuve discutiendo con unos amigos argentinos el significado de la palabra "prolijo", que aparece en tu texto. Para nosotros es complicado, para vosotros excesivo, ¿verdad?
Descubrimos que ambas acepciones son correctas.
Tres besos Ceci, uno por cada historia.

V.Nas dijo...

Me ha gustado el erotismo sutilmente filtrado en la primera historia.
Un abrazo.
V.Nas

Podrás encontrar mi aportación en esta dirección

http://gijondelucesvnas.blogspot.com/2011/05/el-meson.html

María José Moreno dijo...

Los colores de los alimentos son bellos y sugerentes, nos transportan y embriagan y a veces qué poco caso le hacelos. No olvidemos que al comer debemos de utilizar todos nuestros sentidos, asi la comida es mucho mejor.
Muy bueno Ceci
Un besazo

CARMEN ANDÚJAR dijo...

Tres escenas y tres comidas diferentes con un ritual cada una. la comida siempre es algo especial en la convivencia de las personas, es el momento que se aprovecha para hablar,porque el resto del día cada uno tiene su trabajo y no se encuentra el momento.
Me han gustado mucho tus tres escenas

rosa_desastre dijo...

Me encanta, me encanta leerte y saborear las palabras tan nuevas para mi. Un alimento sin duda para engordar nuestra cultura.
Besossss

Natàlia Tàrraco dijo...

Gracias amiga Ceci, lo de la mesa casi lo capté, lo otro del cholo no, y tú muy amable me lo explicas y además adjuntas una deliciosa receta, eres el colmo, un cielo verdadero.
Los vocablos de otras tierras, los modismos me fascinan, me enriquecen, un tesoro para la lengua, una maravilla las cocinas distintas, un besito que te envío, contenta y agradecida.

casss dijo...

Describes con habilidad, esmero y conocimiento tres situaciones que se nos presentan con meridiana claridad. La muestra de olores, colores y sabores nos hace agua la boca. De más está decir que oí y vi esos gorriones rozando la piscina...
un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

¡te acuerdas d esta peli, ceci? tamién formó parte de una trilogía. aunque a mí la que me gustó de las tres fue esta, la de azul...¿y de la música qué te diré? pues que aquí te la dejo...
ah, es que a esto me has recordardo, a este recuerdo me ha llevado tu tripartito texto...
me encantan los dos primeros...la sensualidad del primero..ay, creo que es fenomenal...la, al menos para mí, ironía del segundo, es también genial...pero también te digo que el hecho de que los hombres hagan los asados, y creo que lo sabrás, es debido a que las mujeres sois de lo más listas: ¡¡que pasen calores..las calores propias de un asador, los hombres! jajaj. ¡cómo les engañáis! jajajja...
y por cierto, viva las mujeres alrededor de la comidaa¡¡
besos medianos, ceci.

Anónimo dijo...

la peli, que no te he dejado el linkkkkk¡¡ si es que soy la leche en caravanaaaa¡¡
http://www.youtube.com/watch?v=YVCPoAjq4qg

Medea dijo...

Has cocinado una exquisita obra de arte con tu relato, cuidadosamente tratados los colores y sabores el entorno, nos has metido dentro de la receta, de sus ingredientes empapándonos de la cultura gastronómica de otro país.
Me ha encantado las explicaciones que luego das con respecto a distintas definiciones que por giros idiomáticos nos unen y separan al mismo tiempo, los choclos, las chalas, en ocasiones he visto esos paquetitos en algunas recetas en restaurantes y no sabía lo que eran. Gracias por tu receta, tu aportación y por este menú que nos has servido tan esquisito. Perdona que pase tan tarde, he tenido un fin de semana complicado. Un beso linda Ceci

Mamaceci dijo...

Manuel, Katy, Tesalo, Neo, Inma, Juan Carlos, V. Nas, Ma. José, Cármen, rosa, cass, Gustavo. Medea: Gracias a todos por pasar y por sus lindas palabras. (A los demás ya les agradecí antes) no es que se me pasen!
J. Carlos, no se tus amigos argentinos, pero prolijo lo usamos para cuidadoso, pulcro, en este caso bien cortaditos, parejos.
Y medea en esa presentación de paquetitos tambien se ven a los tamales. (o por lo menos así se le llaman acá en algunos comercios de comida regional) Besos

Lola dijo...

Me encanta toda la comida roja... pero me hacés dar cuenta que también la dorada.
No es fácil encontrar comida con tanta pasión y mucho menos relatos de comida con tanto impetu.
Y al margen, mucho más disfrutable cuando uno lo lee a esta hora, ya sin hambre, sino era capaz de ponerme a cocinar!

Besos!