Hace unos días tuve un incidente serio, y algo chistoso (aunque no para mí).
Pasa que la cocina de mi departamento tiene un gran ventanal que da a un patio interno del edificio, (edificio que solo tiene dos pisos), al que a su vez ventilan las ventanas de otros departamentos.
En uno de estos, enfrentado al mío, está el departamento técnico de una empresa de instalación de antenas y electrónicos, que tiene tres aparatos de aire acondicionado que balconean al patio interno y están en funcionamiento, intermitente, pero constante durante el horario laboral al menos.
El problema es que uno de ellos funciona mal, y desde enero que produce un ruido muy molesto, similar a una turbina.
Por supuesto que ya se hicieron los reclamos pertinentes, por intermedio de la administradora del consorcio, puestas en marcha las vías de resolución,... pero nada!
Personalmente me he arrimado a tocarles el timbre en diferentes oportunidades, para quejarme del ruido, y siempre me atendió una voz un poco melindrosa del otro lado del portero, haciéndose la distraída, cosa que me exaspera!
Unas mañanas atrás, cansada de soportar el ruido en cuestión, salgo a la calle a tocarles el timbre, y como otras veces, a quejarme.
Regreso a mi cocina y siento que el ruido persiste aunque habían dicho que lo apagarían.
Vuelvo furiosa hasta su puerta para exigirles que pongan una solución al asunto, y en respuesta escucho un chasquido seco y violento en el portero eléctrico.
Llena de impotencia y sin pensarlo dos veces apreté el timbre con ganas, y continué apretándolo 1 minuto, 2...y luego una voz, femenina ella, pero a los gritos, insultándome en tanto yo seguía sin despegar mi dedo del timbre…-¿Sabes donde podes meterte el dedo?...-aullaba, y la gente que pasaba mirada extrañada la escena.
-¡Pensar que antes me contestaba toda modosita! -¡Ahh, pero que rápido perdió la compostura! –pensé, mientras la escuchaba llamarme tarada y otras linduras.
A todo esto: -¿Y ahora que hago? ¿Hasta donde voy a llegar? –me pregunto.
El tema es que ya me había metido en ese brete, y la verdad es que me sentí en apuros, pero debía ser consistente con mi queja, así que seguí apretando con furia, pero hice relevo de dedo, y de mano, para darles descanso a los pobres.
No tardaron en hacer su aparición en el hall de entrada dos empleadas, una de ellas se acercaba haciendo ademanes a la puerta de acceso,-detrás de la cual, del lado de la calle estaba yo-. Por un momento pensé que abriría la puerta y hasta temí que me agrediera físicamente, pero se quedó del lado de adentro, golpeando el vidrio a la altura de mi cara, insultándome e instándome para que dejara el timbre en paz.
Por entonces ya no sabía que hacer. Tenía claro que no me iba a quedar todo el día, pero tampoco quería dar el brazo a torcer tan fácil...era inminente que algo pasaría.
Mientras, yo seguía tercamente con el dedo pegado al timbre y reuniendo algo de dignidad en medio de tanta circunstancia ridícula, y la mire sin decir palabra.
Miré la camarita que tenía encima de mi cabeza y le hice una semi-sonrisa que quiso quedar sobrada, pero quedó una mueca tonta, supongo que por lo nervios, porque la situación ya era bastante violenta para mis hábitos tranquilos.
En eso aparece la portera del edificio, cruza unas palabras con las empleadas y luego viene hacia mí con andar cansino, abre la puerta y con una cara de angustia que me dio pena, me pide que desista. Alega que las chicas son empleadas, que la dueña no estaba...etc. Yo retiré mi dedo casi al momento que abrió la puerta, y me desquité un poco con ella, haciéndole mi descargo sobre la desconsideración, a lo que me puso el oído, sintiéndose quizás, momentáneamente obligada a ello.
Por unos días no hubo ruido. Pero el asunto no terminó allí, y seguro traerá cola.
Aunque esa mañana volví a mi cocina con ánimo triunfalista, sentí un profundo pesar al comprobar (sin intención dramática) que el “Cambalache” tiene más vigencia que,...por caso el “Padre Nuestro”.
Hace más de 70 años que Discépolo nos cantaba su triste ironía del acabose, admirado decía: ¡Siglo XX, que barbaridad a lo que hemos llegado!... Y sin embargo, no importa cuanto hayamos crecido y nos hayamos sofisticado desde entonces, todavía parece ser cierto eso de que al final:..”El que no llora, no mama”...