La panadería que se encuentra sita en la otra cuadra de mi casa, a diario obsequia al barrio con un envolvente aroma a facturas recién horneadas.
No es la única del barrio, pero sí la mas coqueta y fragante.
Cada fin de semana los parroquianos se congregan en la puerta de ingreso que da a la esquina, mientras se forma una larga cola en la vereda, y a medida que se ingresa al local, -por la puerta lateral que da a la otra vereda-, desagota la clientela ya satisfecha.
Seguramente a los ojos de quien no probó las delicias que hacen al convite, -particularmente de quien pasa en auto con las ventanillas cerradas-, resulta por demás extravagante la extensa fila de ansiosos clientes que esperan ser atendidos.
Mas, entre aquellos que conocemos como saben los anillos de maizena y los cuadraditos de hojaldre con dulce de leche, -y si acaso hemos saboreado y cantado a coro “odas a la manteca” en clara alusión a los palitos de queso-, no necesitamos mas justificación que la dulce recompensa que trae la promesa a tan paciente espera.
Ya en otra época de mi vida tuve la ocasión de observar desde mi ventana de la vereda de enfrente, cómo otra panadería congregaba a otra clientela, amplia, despareja y puntual.
Vivía por ese entonces en Córdoba, en un barrio viejo en las cercanías del Hospital San Roque. Durante el día el barrio era continuamente transitado por estudiantes de medicina que concurrían al hospital escuela, y otros tantos que asistían a la escuela de arte, a la que se accedía por una pequeña puerta ubicada al lado de la panadería mentada.
A diferencia de la panadería de mi actual barrio, esta otra no era nada coqueta. Se trataba de un salón grande, funcional, con una hilera de mostrador en el fondo, pisos de mosaicos de granito, y luz blanca arrojada por un largo tubo fluorescente.
De noche el barrio, lejos de aquietarse, cobraba una agitada vida, y el epicentro de la misma lo constituía con toda su luz la casa de pan, -que permanecía abierta las 24horas-.
En la zona había varias salas fúnebres. De hecho el departamento que compartía con mi amiga se situaba arriba de una de estas salas.
Así que en el local que no cerraba sus puertas jamás, se daban cita los personajes nocturnos. Los deudos que amenizaban su triste jornada con alguna dulzura que saliera de sus hornos. Los improvisados vendedores de café, quienes desplegaban sus vituallas esperando sacar rédito a costa de los desvelados concurrentes de las salas velatorias.
Se congregaban también, sin falta, los taxistas de la ciudad. Entre vuelta y vuelta se arrimaban y casi sin bajarse de sus autos, hacían sus adquisiciones rápidas y furtivas.
No se ausentaba algún que otro estudiante trasnochado, y por supuesto, los otros. Los habitantes de la noche, los descastados. Los que no compran y se quedan apostados en las veredas susurrando sus miserias!. Uno de ellos, borracho de permanente, lo vi en repetidas ocasiones abrazado a un osito de peluche rosa. Ajados y sucios, el uno por el deterioro que provoca el alcohol, y el otro por el largo manoseo de su portador.
Se sentaba y mientras le hablaba a su muñeco, sin molestar a nadie, se erigía en el vivo ejemplo de lo que les pasa a los hombres cuando los abandona la cordura!.
Lamentablemente la dieta que estoy siguiendo, -en los términos aconsejados por mi médico chino-, me impone límites que rara vez me animo a saltar. Las medialunas debieron ser reemplazadas por galletitas de quinua o de algarroba.
No obstante, como consecuencia de la felicitación que de él recibí por lo bien que estoy llevando el asunto, decidí regalarme con algún manjar.
Al pasar por la esquina de la “panadería”, tuve que apretar el paso y apurarlo conforme me lo permitían mis ojotas, todo, para escapar a la tentación que se despertaba en mis fosas nasales.
El calor arreciaba y en tanto adquiría la calidad de entidad casi sólida, yo lo empujaba, y con mi frente y las puntas de mis pies, le sacaba bocados que este cedía en mi camino a casa, y me alejaba por ahora, del influjo turbador que el aroma a facturas trae consigo. Es que por mi parte, ya había decidido obsequiarme con un helado!!
3 comentarios:
me encanto! te imagino pasando y apurando el paso con las ojotas es como si estuviera viendo la escena perfectamente! ni dudes en darte un gusto de ese lugar de delicias el proximo fin de semana o no?
besos
Ja ja yo también huelo esas delicias fragantes y escucho tus ojotitas pasando...¡cuánta presencia de ánimo la tuya! Bienvenida a mi blog, me algro de que te guste... si notás que el delineador te causa alergia, con un buen correcto que te ilumine ojeras y párpados, y mucha máscara de pestañas, destacás los ojos y estás bárbara.
Espero que e sirva, besos!
uaaaa quiero ya la direccion de la panaderia jaja... por favor hasta aca llego su aroma...mmm me tente jaja...
y bien felicitaciones por tus logros!!.. besote..
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