¡VUELVE A MI!
Hace mucho, yo no sabía.
No sabía que vivía con ella, que comía y dormía con ella,
que la respiraba. Que la inspiraba y la exhalaba fuera de mí, ¡temeraria yo!, es
que no lo sabía…Pero ahí se quedaba, rodeándome, despeinando mi cabello, disputándole
al oxígeno, por pura competencia, la
oxidación de mis células. No sabía que la llevaba erguida sobre mi espalda recta,
ni que se echaba sobre mí como un gato cuando nos cansábamos. Tampoco sabía que
le hacía ojitos al tiempo cuando solía rezongar por la falta, y también por el exceso de éste. Ojalá lo hubiera sabido como lo sé hoy. De saberlo: hubiera demorado
la sensación casi física, efímera que de ella percibía en mi cuerpo cuando era
empujado por unas olas compactas que me rebanaban a la altura del cuello, o
cuando la intuía con mis ojos cerrados, pincelada en tonos amarillos y verdes estrellados apuntándole al sol. Y tal vez, hubiera ido más lejos taconeando fuerte por las veredas con el
pensamiento suelto.
Ahora sé de ella. Sé con toda certeza dónde está, porque no es
conmigo.
Puedo verla, tocarla, moldearla como masa. Puedo hacer lenta la
caricia sobre las redondeces de la B o la preñez eterna de la D, ¡LIBERTAD!, a un brazo de distancia, escrita
sobre la pared es un grito que se atora en la garganta cerrada, una herida que recuerda una separación dolorosa. Contengo sin dificultad las lágrimas….¡también las extraño!.