UN HÉROE DE PASOS ÁGILES Y NOMBRE LENTO
En el pueblo todos sabíamos apañarnos con las manos, algunos
con más o menos habilidad sabíamos que hacer con las frutas de los árboles, con
los animales; sabíamos como plantarle raíces a la tierra para después, a su
tiempo, retirarles el beneficio. Nuestras narices sabían encontrar el olor a agua en el aire
y guarecernos a tiempo de la tormenta. Nuestros huesos, lo mismo que los de las
bestias, eran capaces de percibir los movimientos telúricos que anticipan los
temblores, con que los suelos se sacuden el excedente de veranos en extremo
calurosos. Todos sabíamos vivir con estos y más saberes, pero ninguno sabía
vivir de ellos. Pero uno destacó de entre nosotros; nos organizó, nos animó a
vencer nuestras barreras naturales y convencionales. Nos dijo
como presentar nuestros productos, como darles valor y ofrecerlos; cómo
combinar colores nuevos con colores de la tradición, las reglas del diseño con
las mandas de la naturaleza. Nos representó y habló con otros con su lengua
como si fuera la nuestra, y cuando la gente de las ciudades vino y vieron la
vida y el arte en las cosas, las quisieron, y dejaron su aprecio y su dinero a cambio. Y nosotros ganamos altura, engordamos
de orgullo, y tuvimos nuestras mesas servidas de identidad y zapatillas en los
pies de los niños; Y tuvimos nuestra tierra, el sol y el futuro en el
horizonte.
Puede que a los ojos de los demás no sea mucho, que a la
distancia nuestro héroe desluzca. Nuestro héroe lleva un nombre que por aquí se
dice con la pausa de la importancia; no es como el de las películas, pero para
nosotros, es.