La convocatoria de esta semana la lleva Nieves, quien nos propone relatar con palabras suculentas, apetitosas. Que tengan buen apetito nos desea, En su casa, mas relatos.
EL CALOR DE UNA COCINA
Los minutos descorren el velo de harinas volátiles y alivian los poros de los azulejos. Al calor crece, respira, bulle el fermento. El agua tibia funde el sabor de cristales salobres que inundan con un ademán el pequeño desierto de polvos quietos. Se mezclan, se hacen una masa untuosa, se aquerencian a los dedos. En un costado el queso suda fuera de la heladera, en el otro: los tomates contagian su bochorno y un mar de cebollas destila ácido en aguas templadas.
Se condesan gordas nubes acres en las pupilas celestiales y desborda la lluvia los lagrimales rotos. Aprovechan el salvoconducto los pensamientos tristes. Se nubla la vista pero no la necesita para hacer lo que hace, a ciegas descarga en la masa la fuerza de sus manos abiertas. Se seca la cara con los brazos libres y se enjuga la nariz húmeda dejando un rastro brillante de vellos aplastados. La estira, se retrae, la empuja, la pellizca, la encierra en los puños una y la otra se escapa, elástica por las grietas abiertas entre las falanges.
Finalmente, ceden las partes y se juntan en una argamasa lisa que exhala. El calor del horno trocará las promesas en deliciosas verdades que se dicen con lenguas jugosas.