Espero que mis palabras resulten en una cálida bienvenida a los amigos que siempre se asoman por acá, y desearles a todos desde lo profundo de mi corazón, ¡tengan una muy feliz navidad!
NOTAS DESDE EL FONDO DE MI PLACARD
Notas desde el fondo de mi
placard, porque allí van a parar los trastos que duermen los sueños de
eternidad doméstica; los pliegues sobre duras superficies de madera terciada, a
las que la humedad nocturna le arranca pequeños y sonoros eructos; tal vez
la queja de sus tripas. Y también tienen cabida los flamantes: regalos se
acomodan en jerárquicos estantes, ropa recién planchada cuelga sin orden
cromático ni estatus de preferencia. A veces, encuentro cosas que había
olvidado, otras, me desdigo de afirmar sobre aquellas, cuya presencia había
jurado. En un descuido alguna puerta queda abierta…o, se abre sola, y algunos de
sus habitantes caen, como las notas que escribo, sin protocolo, sin talla, ni
largo o ancho, el cielo puso el techo, y abajo: el suelo que miro y piso.
Mis notas me trajeron amigos de
sus manos, perspectivas consoladoras, palabras de aliento cruzan los espacios.
La tecnología siempre de vanguardia, los sentimientos: siempre un clásico. Rara
mezcla esa y por partes iguales: tan inabarcable y abstracto éter, por tan
genuinas tristezas y alegrías.
Cosas que caen, materia que
escapa a su prisión temporaria, cueros y tientos, metales y plásticos, géneros y cintas se enredan con anudadas
memorias, aquí y allá….
Veo un par de escarpines tejidos a mano que uso a diario las mañanas frías; me traen recuerdos de Castro en la isla de Chiloé, donde los adquirí de manos laboriosas. Su cuerpo de lana gruesa y su suela de cuero de oveja, todavía me augura inviernos completos de aroma lechoso y de pastos agrestes enfundando mis pies; y me evocan el placer por unos platos humeantes saboreados sobre unas maderas desvencijadas de un palafito. Curanto era, con aromas de la tierra que baña el Pacífico y con las ínfulas de parecerse a aquellos, los de los cuentos de la Eva Luna.
Al lado: una colección de carteras viejas yacen amontonadas esperando la cura para su flacura endémica; de sus bocas vacías parece surgir a gritos un reclamo: ¿Dónde se fue el dineroooo?
El regalo que nos dejo una mañana de otoño; bajo la piel de un vientre abultado se sacude en un temblor de miembros; a la vez: acaricia y lastima. Responde su nombre a uno de varón.
Veo un par de escarpines tejidos a mano que uso a diario las mañanas frías; me traen recuerdos de Castro en la isla de Chiloé, donde los adquirí de manos laboriosas. Su cuerpo de lana gruesa y su suela de cuero de oveja, todavía me augura inviernos completos de aroma lechoso y de pastos agrestes enfundando mis pies; y me evocan el placer por unos platos humeantes saboreados sobre unas maderas desvencijadas de un palafito. Curanto era, con aromas de la tierra que baña el Pacífico y con las ínfulas de parecerse a aquellos, los de los cuentos de la Eva Luna.
Al lado: una colección de carteras viejas yacen amontonadas esperando la cura para su flacura endémica; de sus bocas vacías parece surgir a gritos un reclamo: ¿Dónde se fue el dineroooo?
El regalo que nos dejo una mañana de otoño; bajo la piel de un vientre abultado se sacude en un temblor de miembros; a la vez: acaricia y lastima. Responde su nombre a uno de varón.
Y en algún rincón entre los de mi
placard encontrará destino el recuerdo de mi papá, a quien el tiempo con la
saña de una maldición maleva, le fue despojando de esencia la mente y a cambio,
la llenó de ausencias; a traición le tallaron sus marcas en el rostro, y en
sus ojos se marchaba a su mundo interior, del que una madrugada,
ya no volvió. Falleció el pasado 7 de este mes. ¡Vaya mi cariño y recuerdo para
él!, ¡Qué tengas un buen viaje!
¡Chau papá!