No es que me sienta mirando a los “otros” con la ñata contra el vidrio, puesto que la vida no nos divide con vidrios.
Acá las fértiles, allá los afortunados, mas allá los descastados, mas cerca los pelados...No, nada de eso.
La categorización se nos pega de a poco. En la calle. Con los roces y el cruce de miradas, hasta adquirir una asentada incomodidad.
Es el distingo del que fue advirtiéndose mi conciencia, y me lo hace sentir nítidamente con pinchazos en la boca del estomago, al ver una mujer embarazada.
Y me grita que yo no pertenezco a la categoría de las mujeres que conciben.
Pero más allá de esta conciencia interna, y excluyendo a familiares y amigos, para los “de afuera” nuestras apariencias no nos distinguen de los demás.
Los vecinos del consorcio, las porteras del edificio, las cajeras del supermercado, nos verán quizás como dos seres frívolos y egoístas. Aunque de seguro lo hacen con total indiferencia, ya que hasta el momento no han dado muestras de verse afectados por la curiosidad o el interés.
La curiosidad aparece más intensa en mi lugar de origen.
Porque los que tienen memoria y me han visto de chica, hacen inevitablemente la cuenta...y claro,...se preguntan...Pero yo no vivo allí!
Hace un par de años atrás, estando en casa de mi padre de visita, pasé caminando por la casa de mi amiga de la infancia, y estaba su madre barriendo la vereda.
Me detengo a saludarla y ella me pregunta por mi descendencia, y ante mi respuesta negativa ella me replica con su sonrisa impertérrita, su corte de pelo carré y su voz aguda:
-Ayyy! Pero que vaguitaaa! (que concluyó en diminutivo para que no sonara tan agresivo)
Y continua: -M. (mi amiga de la infancia), ya tiene dos chicos, los tengo durmiendo en mi habitación a la gorda y el gordito!
Debo decir que me shockeó la inferencia directa que hizo ante mi respuesta.
Por lo general ante la presencia de una mujer con “algunos” años sin hijos, (sé que tiene que ver con la experiencia personal), se suele asumir que tiene alguna imposibilidad.
O, se asume como suelen hacerlo algunas viejas, que como hoy la mujer tiene carrera y proyectos que postergan la maternidad, la falta de hijos se debe al egoísmo mas puro.
Ella, mi ex vecina, asumió rápidamente que mi falta de hijos era absolutamente deliberada, y me juzgó con una ligereza increíble.
Como si fuera una perezosa incurable, y pese a mis años no tuviera ganas de juntar la energía y responsabilidad necesarias para afrontar la maternidad.
La felicité, le dejé saludos para mi antigua amiga y me despedí de ella sin sacarla de su error. (A estas alturas ya debe estar enterada de mis pormenores)
Y ella se quedó mirándome con su escoba en mano, porque la ví de reojo cuando ingresé a la casa de mi padre, que dista a dos casas de la suya.
No sé, pero quizás en esos momentos ella, -que con su sonrisa y vocecita es capaz según la recuerdo, de hacer los comentarios más mal intencionados-, se quedó haciendo un balance de las cosas buenas que tiene en su vida, y agrandó su sonrisa arrogándose todo el crédito.
A veces somos pretenciosos y reclamamos el mérito completo por todo lo que nos sale bien, y desconocemos el grado que le cupo a la suerte y la oportunidad.
No voy a decir que a los actos positivos no le siguen consecuencias positivas, ya que la relación se ve más claramente. Pero que hay de las omisiones?
De esas cosas que no están en nuestras vidas y de las que nos damos cuenta cuando nos medimos con los demás.
Con gente que estuvo en el mismo lugar, rezó las mismas oraciones, que no hizo las cosas mejor ni peor, y sin embargo le tocó jugar con cartas distintas en la vida.
Y si en mi hogar no falta el amor ni falta el trabajo, mi prole vive todavía bajo mi regazo, la infertilidad no tocó mi puerta y la muerte pasó de largo mi casa. Puedo cargármelas a mi cuenta?
En eso recordé un capítulo de Los Simpsons en el cual Springfeeld había tenido problemas con unos osos que había causado destrozos en la ciudad y la gente asustada había empezado una campaña de prevención contra osos.
Las patrullas circulaban custodiando. Luego Homero le dice a Liza que lo de las patrullas había dado resultado porque no se veían osos.
Entonces Liza que tenía (creo una piedra) en la mano le dice, yo tengo esta piedra que tiene poder de repeler los osos. Ves algún oso por acá?
-No. –Entonces la piedra funciona! Y lo mira como demostrando su punto.
Y Homero luego de una pausa le dice...Liza, te compro la piedra!
Desde ese cruce vecinal, se me ha puesto en la cabeza que su interés y curiosidad puesta en mi familia, no es más que para confirmar que las carencias siguen ausentándose de su vida. Y así, cuando alguna vez se apareció por la casa de mi padre para interiorizarse de su salud...
-Como anda Don J.? –Se anduvo haciendo el loco...? (con vocecita aguda y pretendidamente graciosa)
...Pudo desandar después los pasos que separan su casa de la de mi padre, sintiéndose satisfecha con su vida. Convencida tal vez de que reza la oración adecuada, o toca la piedra correcta.
O quizás yo estoy siendo mala con ella, y de verdad se conduele de cualquier situación desagradable que le pase a mi familia, y estoy simplemente agarrándomela contra la madre de mi amiga de la infancia.
Que se yo!...bueno...por ahí es así, no?...Uff!...-Sabés que?
-Isabel!...Te compro la escoba!
Porque yo tenía un placard que parecía no tener fondo. El mismo albergaba un universo de cosas variadas y algunas hasta olvidadas. Grande fue su fama y a mucha gente su capacidad impresionó, que a menudo sobre un objeto o prenda preguntaban: ¿Acaso lo sacaste del fondo de tu placard?
sábado, 25 de septiembre de 2010
sábado, 11 de septiembre de 2010
La infertilidad y los amigos.
RAT y Yo somos una pareja infértil, pero además de nuestra vida de pareja, tenemos una vida social. Tenemos familiares y también varios amigos.
Comentando el blog de Pachu el otro día, me quedé pensando en como se lleva nuestra infertilidad con los tiempos de los amigos.
Vale decir, en como sobrellevamos nuestro tema de la infertilidad, mientras en los tiempos de los amigos los embarazos se producen, los nacimientos se suceden, uno detrás de otro, y se celebran bautismos y cumpleaños.
La verdad es que cuesta a veces, pero sin exagerar, creo que nos llevamos bastante bien.
Nuestros amigos son gente comprensiva y demuestran sincero interés por nuestro bienestar, y una empatía natural, aquellos que pasaron por lo mismo.
Por nuestra parte siempre fuimos muy abiertos, de manera que la mayoría tuvo oportunidad de acompañarnos desde el principio de nuestro derrotero.
Y como el tema éste de buscar descendencia para una pareja infértil, es una cuestión que lleva años, resulta que hasta el más distraído e indiferente, ha tenido tiempo suficiente para sumarse en el acompañamiento.
Lejos de molestarme, me halaga que aún tratándose de temas complicados, quieran saber de ellos.
A todos los amigos, familiares, colegas, compañeros de trabajo, también les pasó el tiempo.
Todos están más viejos. Algunos más calmados y más tolerantes, y la mayoría más sabios.
Somos gente de una generación que en los 90 pensábamos que nos íbamos a llevar por delante el mundo, que la bonanza económica nos acompañaría siempre, que las promesas universitarias se concretarían todas, y que la paridad 1 peso = 1 dólar permanecería inalterada.
A su debido tiempo, caímos en la cuenta de que la vida tiene por costumbre proponernos su propio plan, y que la mejor posibilidad de éxito que tenemos, es encontrar el espacio para acomodarnos dentro de la propuesta.
Tenemos una amiga querida, quién con su marido, siempre han estado cerca y pendientes de nuestros asuntos.
Como cualquier grupo de amigos que se juntan y hablan de sus planes y proyectos de vida, a ella hace unos años la escuchaba hablar de sus hijos futuros como si tuvieran una existencia asegurada.
Podían surgir en una conversación cualquiera, situaciones hipotéticas en la cuales “la nena y el nene”, andarían haciendo de las suyas.
Con candor admirable hacía cuentas acerca de los momentos oportunos, y tenía cuidadosamente delineados, aspectos importantes de la crianza de los hijos.
Me resulta admirable y me da un poco de celos, que haya personas que puedan sin la menor sombra de duda en sus corazones, visualizar el objeto de sus deseos.
Yo, me permito soñar. Pero no me sale –a menos que lo haga concienzudamente-, dar por sentada la existencia de quién no la tiene.
Sus manifestaciones del más puro convencimiento interior siempre encontraron por reciprocidad una oreja en mí, porque siempre tuve de ella su más esmerada atención al escucharme.
Ambos han estado siempre cerca de nosotros, poniendo su mejor esfuerzo para entender las cosas que se salen de sus cauces y que no obedecen a una estructura determinada. Nos han visto adaptarnos a las circunstancias, y mientras revuelven el café -al que le agregaron un azúcar integral de gránulos grandes que se apelmazan en bolitas pegajosas, pero comulga apropiadamente con nuestras exigencias de una dieta de productos integrales y orgánicos-, aceptan sin quejas aportar las pequeñas adaptaciones que nuestros nuevos hábitos les imponen.
Sus mentes nos siguen y tratan de concebir con nosotros lo que les resulta difícil de concebir, y lo hacen porque nos estiman.
Hoy nuestros amigos están casados y son padres, aunque últimamente la vida les reclamó un poco de independencia, desbaratándoles de momento el plan que tenían trazado para su vida familiar.
Días atrás, con ojos comprensivos, ésta amiga en sus palabras nos dijo que:...para alguien tan estructurada como ella, entendía ahora cuan duro puede ser esperar sin tener certezas...
Yo deseé que en el intercambio de miradas, fuera para ella algo de mi resignada superación, y viniera a mí de ella, algo de su obstinada confianza en el futuro.
Comentando el blog de Pachu el otro día, me quedé pensando en como se lleva nuestra infertilidad con los tiempos de los amigos.
Vale decir, en como sobrellevamos nuestro tema de la infertilidad, mientras en los tiempos de los amigos los embarazos se producen, los nacimientos se suceden, uno detrás de otro, y se celebran bautismos y cumpleaños.
La verdad es que cuesta a veces, pero sin exagerar, creo que nos llevamos bastante bien.
Nuestros amigos son gente comprensiva y demuestran sincero interés por nuestro bienestar, y una empatía natural, aquellos que pasaron por lo mismo.
Por nuestra parte siempre fuimos muy abiertos, de manera que la mayoría tuvo oportunidad de acompañarnos desde el principio de nuestro derrotero.
Y como el tema éste de buscar descendencia para una pareja infértil, es una cuestión que lleva años, resulta que hasta el más distraído e indiferente, ha tenido tiempo suficiente para sumarse en el acompañamiento.
Lejos de molestarme, me halaga que aún tratándose de temas complicados, quieran saber de ellos.
A todos los amigos, familiares, colegas, compañeros de trabajo, también les pasó el tiempo.
Todos están más viejos. Algunos más calmados y más tolerantes, y la mayoría más sabios.
Somos gente de una generación que en los 90 pensábamos que nos íbamos a llevar por delante el mundo, que la bonanza económica nos acompañaría siempre, que las promesas universitarias se concretarían todas, y que la paridad 1 peso = 1 dólar permanecería inalterada.
A su debido tiempo, caímos en la cuenta de que la vida tiene por costumbre proponernos su propio plan, y que la mejor posibilidad de éxito que tenemos, es encontrar el espacio para acomodarnos dentro de la propuesta.
Tenemos una amiga querida, quién con su marido, siempre han estado cerca y pendientes de nuestros asuntos.
Como cualquier grupo de amigos que se juntan y hablan de sus planes y proyectos de vida, a ella hace unos años la escuchaba hablar de sus hijos futuros como si tuvieran una existencia asegurada.
Podían surgir en una conversación cualquiera, situaciones hipotéticas en la cuales “la nena y el nene”, andarían haciendo de las suyas.
Con candor admirable hacía cuentas acerca de los momentos oportunos, y tenía cuidadosamente delineados, aspectos importantes de la crianza de los hijos.
Me resulta admirable y me da un poco de celos, que haya personas que puedan sin la menor sombra de duda en sus corazones, visualizar el objeto de sus deseos.
Yo, me permito soñar. Pero no me sale –a menos que lo haga concienzudamente-, dar por sentada la existencia de quién no la tiene.
Sus manifestaciones del más puro convencimiento interior siempre encontraron por reciprocidad una oreja en mí, porque siempre tuve de ella su más esmerada atención al escucharme.
Ambos han estado siempre cerca de nosotros, poniendo su mejor esfuerzo para entender las cosas que se salen de sus cauces y que no obedecen a una estructura determinada. Nos han visto adaptarnos a las circunstancias, y mientras revuelven el café -al que le agregaron un azúcar integral de gránulos grandes que se apelmazan en bolitas pegajosas, pero comulga apropiadamente con nuestras exigencias de una dieta de productos integrales y orgánicos-, aceptan sin quejas aportar las pequeñas adaptaciones que nuestros nuevos hábitos les imponen.
Sus mentes nos siguen y tratan de concebir con nosotros lo que les resulta difícil de concebir, y lo hacen porque nos estiman.
Hoy nuestros amigos están casados y son padres, aunque últimamente la vida les reclamó un poco de independencia, desbaratándoles de momento el plan que tenían trazado para su vida familiar.
Días atrás, con ojos comprensivos, ésta amiga en sus palabras nos dijo que:...para alguien tan estructurada como ella, entendía ahora cuan duro puede ser esperar sin tener certezas...
Yo deseé que en el intercambio de miradas, fuera para ella algo de mi resignada superación, y viniera a mí de ella, algo de su obstinada confianza en el futuro.
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