Se cuentan más cuentos para celebrar la Navidad en lo de Gustavo: http://callejamoran.blogspot.com/
TRIBULACIONES Y ENREDOS EN UNA NOCHE DE VERANO
Don Nicolás está buscando información en el servicio meteorológico. Desea saber que tanto calor hará en Buenos Aires la víspera de Navidad y si acaso hay lluvias pronosticadas.
“Se espera tiempo caluroso y húmedo, nubosidad en aumento, no habrá tormentas por el momento”;...en resumen: ¡no hay esperanza alguna de que refresque por la noche, ni se espera que soplen vientos que acerquen frentes fríos de ningún lado!
Un resoplido de desaliento, largo y estertóreo le sale de las fosas al tiempo que deja caer sus hombros abatidos.
-No sé que esperaba encontrar, -se dice, en tanto mira de reojo su traje rojo que luce brillante e impecable sobre la cama.
Lo cierto es que el clima subtropical de los veranos porteños lo está matando. La última vez que estuvo por Buenos Aires se le ocurrió vestir su flamante piel de marta cibelina que adquirió en Ucrania. El roce de la coqueta estola sumado a la sudoración le provocó un sarpullido espantoso.
El médico le explicó que definitivamente esto de tener que ir al sur le genera una anticipación estresante que es perjudicial para su salud, y que lo mejor sería que cambie de hábitos.
“Oiga amigo, deje la etiqueta de lado, hágame caso: póngase un traje livianito acorde al clima.”, le dijo. Y para reforzar su argumento agregó: “Es de sabios adaptarse al medio ambiente, y sino: ¡mire a los brasileños que hasta sus policías andan de pantalones cortos!” A lo que Don Nicolás asintió mientras chasqueaba su lengua en señal de resignación.
Ya es casi Nochebuena, Don Nicolás busca que ponerse pero no encuentra nada que le parezca apropiado. Por fin da con unas bermudas rojas de micro fibra que a duras penas le entran, y una musculosa caladita que se trajo una vez por accidente de alguno de los arrabales de la ciudad, y lleva al menos dos décadas en el fondo del armario.
Buenos Aires, 24 de diciembre, 21:00 hs.
Don Nicolás aparca el trineo en la azotea y se dirige al quincho en cuyo extremo, adosado a la pared, se encuentra el nicho donde se asan las carnes y achuras sobre carbones encendidos. La parrilla está bien alta y apenas inclinada, por tanto las carnes se están haciendo a fuego lento; Con periodicidad que parece cronometrada: ruedan gotas de grasa por los hierros acanalados y el chirrido del carbón: atrapa los sentidos con la habilidad de un mantra repetido.
Y así, sumido en sus pensamientos como está, Don Nicolás encuentra que el aroma que despide la parrilla es apetitoso, la mesa está servida, y...se le antoja una copa de vino. Se sienta a la mesa, en tanto piensa que reina un silencio inusitado. Sabe que los habitantes de la casa están todos en la parroquia vecina, ya los vio cuando iba de pasada.
Desde el púlpito hasta la puerta el edificio estaba repleto de feligreses. Había personas sentadas y paradas abarrotadas en su interior, todas con caras brillantes de humedad. Las ventanas estaban abiertas y algunos boqueaban por un poco de aire fresco, pero era inútil, los ventiladores arrojaban aire tibio y los abanicos que se agitaban solo servian para fatigar muñecas, disimular bostezos y empujar alientos viciados y ausentes de mentol.
Sí, hay un silencio raro, pero debe admitir que en parte se debe a su propio mutismo. El médico le advirtió que no se le ocurriera andar por ahí al grito de ¡Ho, ho, ho!, ya que todavía hay cenizas volcánicas volatilizadas en el aire, y aspirarlas puede ser malo para sus pulmones.
¡Don Chicho!, a su espalda lo sorprende el grito de Miriam que asoma su cabeza por la ventana cercana.
Miriam, que había asumido que la silueta panzona que vio desde su ventana le pertenecía a Don Chicho, está tan sorprendida como Don Nicolás que se siente pillado en falta.
-¡Soy Papá Noel!, -atina a decir. Se percata de lo extraño que debe lucir en paños menores y aclara: -Estoy vestido así por prescripción médica.
Miriam mira con desconfianza al hombre que lleva puesta una ridícula musculosa ballenera. Los agujeritos están estirados y tan tensados a la altura de su barriga que le recuerda un matambre arrollado con cordel. –¡Aha!, le contesta Miriam escéptica que no sabe si llamar a la policía, aunque sospecha que en la comisaría no habrá nadie que la atienda a esas horas. Decide ponerlo a prueba y hace uso de las notas mentales sobre lo que conoce de este personaje que rápido acuden y seguidamente lo interroga: -¿y dónde está su trineo?, "en la azotea", recibe por respuesta. Y a Miriam le parece escuchar vagos sonidos de cascos que vienen de arriba.
-¿Y...y...que hay de la chimenea? -¿qué chimenea? –contesta Don Nicolás visiblemente fastidiado. -¿Usted no entra por la chimenea?; –¡A ver! ¡Fíjese bien!, ¿acaso ve usted alguna chimenea?, ¿cómo no sea que me deslice por el conducto de las parrillas, lo cual sería harto difícil no cree?, -Don Nicolás formula esta última pregunta con tono sardónico; endereza su postura para recobrar la dignidad mancillada y se gira dando por terminado el intercambio con la molesta vecina.
Miriam que sigue allí, tozuda no quiere dar el brazo a torcer, y reparando en la copa de vino que el hombre de barba cana dejó por la mitad lo increpa apurada: -¡Oiga, espere!, ¿esa copa es suya?,¿pero... usted bebe?, ¿no es usted musulmán?
-¡Ah no!, ¡con el vino no! –grita Don Nicolás que no puede dar crédito a lo que escucha. -¿musulmán?, ¡esos, los reyes magos de oriente mujer ig...i...!, ¡intolerancia no es lo que predica mi religión! ¡Vamos! ¡Más bien tolerancia a cualquier elixir, del color y sabor que sean!, potentes aguardientes, frutados, amarillentos y maltosos, o violáceos maduros al calor de buenos taninos, ¡a todos doy la bienvenida!
¡¡Pero que barbaridad, lo descreída e insolente que está la gente!!
Porque yo tenía un placard que parecía no tener fondo. El mismo albergaba un universo de cosas variadas y algunas hasta olvidadas. Grande fue su fama y a mucha gente su capacidad impresionó, que a menudo sobre un objeto o prenda preguntaban: ¿Acaso lo sacaste del fondo de tu placard?
jueves, 22 de diciembre de 2011
jueves, 15 de diciembre de 2011
Relato de Jueves Literario: Una(s) foto(s) y su porqué.
La convocatoria es de Gustavo quién pide que colguemos la foto que le enviamos a Mónica para hacer su magnífico collage Navideño, y digamos algo sobre ella.
Hay más fotos en los de Gustavo, y de paso pasen por lo de Mónica para ver su extraordinario trabajo.
Este es todo un acontecimiento para mi, ya que había decidido al dar inicio a este espacio no poner fotos personales. Estuve dudando de hacer este post y había decidido no hacerlo, pero... cuando ví que mi compañera bloggera Any, compañera también en el anonimato (de cara al menos, no así de sentimientos) había puesto su fotografía en la entrada de su blog dije:¡bueno!¡ si Any pudo, venció lo que tuvo que vencer, entonces yo también!, y es más, redoblo la apuesta y pongo dos fotos en esta entrada. Así que a continuación: Una(s) foto(s) y su porqué.
Agradezco de todo corazón a Mónica por el lindo regalito de Navidad que nos hizo a todos, en especial agradezco su generosidad, su sensibilidad y el enorme cariño con el que cosió todos esos maravillosos detalles, nos compuso, nos puso del derecho y del revés y finalmente quedó una fotografía de colección.
Las fotos fueron tomadas en Casapueblo, Punta Ballena Uruguay en dos días consecutivos de mediados del mes de marzo de 2010 y tienen que ver con este post que publique aquella vez.
Aclaro que no estaba allí sola, RAT estaba detrás de la cámara.
La foto de la izquierda corresponde al primer día que fuimos al museo Carlos Páez Vilaró. Ese día llovía, soplaba viento y estuvo bastante fresco pero igual estábamos felices, emocionados,...bronceados, pero pasó que llegamos un poco tarde y ya casi a la hora en que se pone el sol y toda la gente se acomoda en la terraza para ver el hermoso espectáculo. Nosotros no fuimos menos y nos unimos al resto pensando que después tendríamos tiempo de recorrer el museo, pero hete que cerraba inmediatamente después de la puesta del sol.
Los empleados del lugar ante nuestra cara de desilusión nos propusieron volver al día siguiente con los tickets de ingreso que teníamos en mano y así lo hicimos.
La foto de la derecha (que fue la enviada a Mónica) da cuenta de la segunda visita y allí estoy en esa terraza, con el pelo acomodado, diciéndole adiós a los últimos vestigios de una tarde que coronó una jornada espléndida.
Hay más fotos en los de Gustavo, y de paso pasen por lo de Mónica para ver su extraordinario trabajo.
Este es todo un acontecimiento para mi, ya que había decidido al dar inicio a este espacio no poner fotos personales. Estuve dudando de hacer este post y había decidido no hacerlo, pero... cuando ví que mi compañera bloggera Any, compañera también en el anonimato (de cara al menos, no así de sentimientos) había puesto su fotografía en la entrada de su blog dije:¡bueno!¡ si Any pudo, venció lo que tuvo que vencer, entonces yo también!, y es más, redoblo la apuesta y pongo dos fotos en esta entrada. Así que a continuación: Una(s) foto(s) y su porqué.
Agradezco de todo corazón a Mónica por el lindo regalito de Navidad que nos hizo a todos, en especial agradezco su generosidad, su sensibilidad y el enorme cariño con el que cosió todos esos maravillosos detalles, nos compuso, nos puso del derecho y del revés y finalmente quedó una fotografía de colección.
Las fotos fueron tomadas en Casapueblo, Punta Ballena Uruguay en dos días consecutivos de mediados del mes de marzo de 2010 y tienen que ver con este post que publique aquella vez.
Aclaro que no estaba allí sola, RAT estaba detrás de la cámara.
La foto de la izquierda corresponde al primer día que fuimos al museo Carlos Páez Vilaró. Ese día llovía, soplaba viento y estuvo bastante fresco pero igual estábamos felices, emocionados,...bronceados, pero pasó que llegamos un poco tarde y ya casi a la hora en que se pone el sol y toda la gente se acomoda en la terraza para ver el hermoso espectáculo. Nosotros no fuimos menos y nos unimos al resto pensando que después tendríamos tiempo de recorrer el museo, pero hete que cerraba inmediatamente después de la puesta del sol.
Los empleados del lugar ante nuestra cara de desilusión nos propusieron volver al día siguiente con los tickets de ingreso que teníamos en mano y así lo hicimos.
La foto de la derecha (que fue la enviada a Mónica) da cuenta de la segunda visita y allí estoy en esa terraza, con el pelo acomodado, diciéndole adiós a los últimos vestigios de una tarde que coronó una jornada espléndida.
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