Porque yo tenía un placard que parecía no tener fondo. El mismo albergaba un universo de cosas variadas y algunas hasta olvidadas. Grande fue su fama y a mucha gente su capacidad impresionó, que a menudo sobre un objeto o prenda preguntaban: ¿Acaso lo sacaste del fondo de tu placard?
viernes, 19 de marzo de 2010
Puede alguien sustraerse a su influjo?
Este es el atardecer del día 12 de marzo último, visto desde Casa Pueblo en Punta Ballena, Uruguay.
Las caídas del sol en este rincón del mundo, son de las más fotografiadas, loadas, famosas por su esplendor, y también de las más marketineras.
Todas las tardes decenas de personas se congregan en la terraza del museo-taller Carlos Páez Vilaró, cuya vista es inigualable, y cámara en mano repiten el mismo y exacto ritual.
Los primeros en llegar serán los que se acomoden en las mesitas del bar más próximas a la baranda de la terraza más alta, y por tanto se asegurarán tener el ocaso en primera plana, sin interferencia de cabeza alguna. Así como el privilegio de tomar las fotos sentados en sus asientos.
Los segundos, aún con suerte, ocuparemos alguna mesita de las ubicadas un poco más atrás, y los demás, deberán conformarse con permanecer parados en discretos pero no menos venturosos rincones, dispuestos para la contemplación, sin estorbar a los previsores del primer grupo.
Allí, rodeados de gente que hace silencio por el peso de solemnidad que trae consigo el arribo del sol a su cenit, voluntaria o involuntariamente, ese airecito a sagrado se llevará con nuestra exhalación todo ánimo de charla trivial. O cuanto menos, de articular palabra que se quede corta en reverencia.
A medida que las nubes se contorsionan en raras formas hasta quedar estiradas en ademán de desperezarse, el sol redondo y de un amarillo de cuento, nos señala directo a la cara y nos da la última caricia tibia del día.
En cuestión de minutos, el cielo muta de celeste a rosa, y de rosa a naranja cálido, en tanto, ya solo la distancia de mi dedo índice acostado en el horizonte, separa a febo del mar.
De fondo empieza a sonar el concierto de Aranjuez, y seguidamente la voz del artista recita unos versos de su autoría, de elogiosa despedida al astro rey, cuya grabación finaliza con habilidad matemática, en el momento exacto que el sol desaparece en el horizonte dejando atrás un revuelo de nubes azul cobrizas.
Quíso la fortuna movida por nuestro despiste y la voluntad de los empleados del lugar, que asistiéramos por segunda vez al convite.
Resulta que RAT y yo habíamos llegado a Casa Pueblo solo un rato antes del ocaso, de modo que apenas llegamos fuimos a la terraza a reunirnos con todos los demás, dando por supuesto que pasado el mismo, nos restaría tiempo suficiente para recorrer el museo.
Fue una sorpresa enterarnos que el museo cerraba apenas terminada la “ceremonia” dicha.
Cara de desilusión mediante porque no habíamos tenido tiempo de hacer una recorrida, nos sugirieron conservar los tickets de entrada para ingresar nuevamente.
Al día siguiente, y habiendo efectuado previo la visita al museo, nos acomodamos con tiempo en la terraza.
Observando a los camareros arrimar los pedidos a las mesas, vi con tristeza asestar el primer pinchazo con que el acto repetido, desinfla lentamente el encantamiento.
Un poco despojada del embelesamiento del día anterior, me concentre en lo que pasaba alrededor.
Las escenas se repiten. Las nubes que empiezan a bailar, la luz cálida que irrumpe en la terraza de un blanco inmaculado, el concierto de Aranjuez que suena, el mismo dedo hábil que prontamente acciona el play, para que el maestro Páez Vilaró se pronuncie elogioso, y acompañe tan sentido verso con precisión temporal, el espectáculo que en el cielo tiene lugar.
La gente que se emociona y lagrimea al compás de las palabras pausadas, de cadencia un poco arrabalera. El tono que decae al final de las palabras y pegotea sus sílabas con ungüento dulce que adhiere emociones, las arrastra y nos las suelta hasta el final.
Las incansables tomas fotográficas. Las parejas que se retratan abrazadas, y los que piden ser fotografiados, unos a otros, -extraños-, y estos, lo hacen en retribución.
Sugiero cerrar los ojos a lo que se vislumbra como rutina, y pasar inadvertidas las caras de los empleados que aún de forma apropiada y sin intención de incomodar a nadie, custodian discretamente los accesos a la terraza, en pos de cerrar subrepticiamente las puertas ni bien entre el último de los fotógrafos rezagados.
Y si acaso no olvidamos tragar saliva después del último sorbo que nos ocupó la cerveza que cuesta unos cuarenta pesos argentinos, y nos reímos con desdén de los casi veinte pesos que costó cada café, nos quedaremos a solas con ese momento único e irrepetible.
Así es como recuerdo al de las fotos. Atornillada a la silla a la que me pegaba una fuerza que me entrecortaba un poco la respiración, y no me dejaba desviar la mirada del frente.
Denle otra vista a las fotos de arriba…, y disculpando las diferencias con el real, con honestidad me dicen: Puede alguien sustraerse al influjo de un atardecer como éste?
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6 comentarios:
ceci, la verdad que no, es hermoso, y a pesar de lo costoso de la cerveza o de los cafes... como bien dice la publicidad famosa, hay cosas que no tienen precio :)
me alegra que lo hayas disfrutado y ya sea por lo increible del paisaje o el arte de la fotografa, son unas fotos lindisimas :)
besotes
ki.-
Hermosos atardeceres que desde niños disfrutamos en especial en nuestra rambla capitalina.
Cariños
Gracias Kiku, pero la verdad es que no puedo llevarme el crédito por el paisaje, obvio, ni por las fotos que las sacó RAT.
abuelaciber, tu pais es hermoso y te comento que también estuvimos unos dias disfrutando de Montevideo y su gente, y paramos en un apto. frente a la rambla (hermosa)
Ceci, el dia que fuimos para Punta habia una sudestada de la madonna aunque habia sol.Al mediodia Portezuelo u Solanas habian literalmente desaparecido. Entramos a Punta por ese lado y cuando subimos la cuesta con el auto yo ya iba emocionandome y...me encontre con todo inundado y basura arrastrada por el mar por todos lados. Juan no conocia y me mira y me dice: "esto es?" Noooo, noooo!!! Como le explicaba?
Los atardeceres de Solanas son lo mas. Nosotros soliamos partir para alla a la tardecita independientemente de en que playa estuvieramos. Es realmente magico. No tenes mas fotos?
Beso
Cuando hablo de "nosotros" yendo a Solanas es yo con mi flia y despues, de teenager, con amigos. Espero que Juan vea la puesta del sol algun dia tambien!
Hola cee, mi coment medio desubicado aqui..pero en verdad...ya tenemos respuesta despues de la punzion, no es lo mejor del pronostico pero tampoco lo peor...(4) me transfirieron dos, voy por el dia 7 post transf....un gran abrazo!
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